Nota Bene

Dimensión pública de lo privado

Fomentar la inversión privada.

La tasa de emprendimiento temprano de Guatemala es la más alta del mundo. Según el prestigioso estudio Global Entrepreneurship Monitor, más que otros hispanoamericanos, los guatemaltecos aspiran a montar un negocio, ponen manos por obra y logran consolidar su emprendimiento. 

El emprendedor invierte largas horas, esfuerzo y recursos con actitud perseverante frente a inevitables obstáculos. Quienes sueñan, ahorran y arriesgan hacen un aporte a la sociedad, incluso cuando fracasan. Es mentira que los emprendedores sean nocivos explotadores y expoliadores como afirman los neomarxistas; lamentablemente ese cuento alimenta un resentimiento injustificado hacia nuestros benefactores. 

Un emprendedor tiene un don especial: detecta una necesidad insatisfecha.  Busca prestar un servicio o producir un bien que llena un vacío en nuestras vidas. Otras personas expuestas a las mismas realidades no disciernen o imaginan esa oportunidad detectada. Así, el emprendedor crea algo nuevo y positivo. 

Segundo, el emprendedor invierte sus ahorros, no en gustos mezquinos o fugaces, sino en esa aventura productiva.  Compra recursos e insumos de sus proveedores, beneficiándolos a ellos.  Luego transforma dichos bienes y les agrega valor. ¡Crea una riqueza previamente inexistente!

Los emprendimientos cumplen una función social.

Tercero, el emprendedor suele requerir de mano de obra para hacer crecer su negocio. Crea empleos nuevos.  En un mercado libre y competitivo, en el cual surgen múltiples iniciativas empresariales, aumenta la demanda de trabajadores y suben los salarios, para beneficio de numerosas familias. 

Cuarto, los economistas suelen afirmar que en un mercado libre, el consumidor es rey.  De esa cuenta, el empresario permanece atento a las preferencias de su clientela y ofrece el mejor producto al mejor precio posible. Basta con fijarnos detenidamente en todos los bienes en nuestro haber (desde la lámpara del escritorio hasta el cuadro en la pared y los zapatos que calzamos) para comprender que el dinámico ecosistema mercantil es un verdadero milagro. Nos surte de una amplísima variedad de productos, en el momento adecuado y al precio que estamos dispuestos a pagar.

Quinto, el emprendedor beneficia al gobierno, sobre todo si su negocio está establecido y opera en la formalidad. A principios de año, el Superintendente de Administración Tributaria (SAT), Marco Livio Diaz, declaró que el 80.3% de la recaudación tributaria del país es aportada por 7,080 contribuyentes grandes y medianos; muchos de ellos son grupos empresariales. El gobierno no podría invertir en carreteras, hospitales y escuelas si no recibiera fondos previamente generados por los ciudadanos productivos del país.  Más empresas significa más contribuyentes y más recaudación.  Por otra parte, una población con amplias  oportunidades para trabajar, producir y satisfacer sus necesidades no se vuelve dependiente de programas asistencialistas gubernamentales. Tampoco tiene incentivos para desestabilizar el sistema e incitar a la violencia y al caos.

En resumen, los emprendimientos privados cumplen una función social insustituible.  No se puede recrear el mercado libre desde la arena política. Las empresas estatales y mixtas responden a incentivos políticos más que económicos, y generalmente rinden resultados mediocres. Cuando los gobiernos se ensañan contra los empresarios, y cargan a los negocios con excesivas regulaciones, empobrecen a sus gobernados. Los gobiernos deben garantizar un marco legal y social que aliente la proliferación de emprendimientos privados: son indispensables las garantías a inviolabilidad de la propiedad privada y de los contratos, así como la simplificación administrativa y la transparencia. 

ESCRITO POR:

Carroll Ríos de Rodríguez

Miembro del Consejo Directivo del Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES). Presidente del Instituto Fe y Libertad (IFYL). Catedrática de la Universidad Francisco Marroquín (UFM).