Pluma invitada

Diciembre y la filosofía de la suficiencia

Al encontrar lo que es suficiente, descubrimos una vida más plena y libre.

A medida que nos acercamos al final del año es común hacer un balance de lo que hemos logrado, lo que hemos perdido y lo que deseamos para el futuro. En medio de las reflexiones y los propósitos para el nuevo ciclo que se avecina me gustaría considerar una idea simple pero profunda: la filosofía de la suficiencia.

Al encontrar lo que es suficiente, descubrimos una vida más plena y libre.

En esta sociedad que parece estar siempre impulsada por el “más” la idea de “suficiencia” puede sonar extraña o incluso ilógica. Nos enseñan desde jóvenes a aspirar a más: más dinero, más éxito, más posesiones, más experiencias. El marketing nos bombardea constantemente con imágenes de lo que necesitamos para ser felices: un nuevo vehículo, un teléfono más avanzado, unas vacaciones exóticas. Sin embargo, viviendo en un país como Guatemala, donde muchos lidian con la escasez, la pregunta “¿cuándo es suficiente?” cobra una profundidad mayor. ¿En qué punto podemos decir “esto me basta” y sentirnos en paz?

La filosofía de la suficiencia o del “enoughness”, como la llaman en inglés, nos invita a repensar nuestras aspiraciones y el sentido de nuestras acciones. No se trata de conformarse o resignarse, sino de hacer una evaluación crítica y consciente de lo que realmente necesitamos para llevar una vida plena. Cuando adoptamos esta filosofía empezamos a darnos cuenta de que, muchas veces, la búsqueda interminable de más no nos lleva a una mayor felicidad, sino a una mayor ansiedad.

Pensemos por un momento en lo que significa tener “suficiente”. ¿Qué es lo que realmente valoramos? ¿Qué es lo que a fin de cuentas nos proporciona satisfacción duradera? Para algunos puede ser tiempo de calidad con sus seres queridos. Para otros la satisfacción de un trabajo bien hecho. Quizás para ti sea algo tan sencillo como disfrutar de un momento de silencio, sin distracciones ni presiones. La clave está en identificar esas cosas que verdaderamente nutren nuestra alma y darnos cuenta de que perseguir más allá de ello puede ser, en muchos casos, innecesario.

Una de las trampas más comunes de nuestra cultura de consumo es la falsa promesa de que siempre necesitamos algo más para ser felices. El nuevo dispositivo, la última tendencia, el ascenso en el trabajo o la aprobación constante de los demás. Pero cuando logramos ese “más”, inmediatamente surge un nuevo deseo. Y así quedamos atrapados en un ciclo interminable de insatisfacción.

La filosofía de la suficiencia nos ayuda a liberarnos de ese ciclo. Nos invita a detenernos y a preguntarnos: ¿Qué es suficiente para mí? Al centrarnos en lo que realmente importa encontramos una nueva libertad. Libertad de las expectativas impuestas por la sociedad, libertad de la ansiedad que genera el compararnos constantemente con los demás y libertad de la sensación de que siempre falta algo para completar nuestra vida.

Esto no significa que debamos abandonar nuestras aspiraciones o dejar de esforzarnos por mejorar. Pero sí implica que deberíamos hacer una pausa y evaluar si nuestros objetivos están alineados con lo que realmente valoramos. Tal vez descubras que en lugar de trabajar más horas para ganar más dinero lo que realmente necesitas es más tiempo para ti mismo o para las personas que amas.

En estos días de diciembre, recordemos el relato bíblico del nacimiento de Jesús. Un niño nacido en un humilde pesebre, sin lujos ni comodidades, vino a traer un mensaje de esperanza, paz y amor. La historia de esa primera Navidad nos recuerda que lo esencial en la vida no está en el exceso, sino en lo sencillo, en lo suficiente. Tal vez, como en aquella noche en Belén, la verdadera plenitud está más cerca de lo que imaginamos.

ESCRITO POR:

Ana María Sánchez

Licenciada en Pedagogía