Pluma invitada

Día del Padre

No hay epítetos significantes, sino más bien una virtualidad que se actualiza cada día y que procura entender la creciente encrucijada del mundo actual.

La descomposición social, producto de factores sociales, económicos o políticos, trae consigo la erosión social sobre la cual se fundamente una sociedad libre y responsable. Como dirían Thomas Hobbes, Noam Chomsky, Juan Jacobo Rousseau y Johan Fichte en sus diversas comprensiones del lenguaje, la limitación de la comprensión limita la acción social y del término padre.


La idea de padre y su participación en el desarrollo social ha sido investigada por la ciencia genética y la xenogénica, la Antropología Física, Paleontología, Estratigrafía, Geocronología, Arqueología y Lingüística. Las características de bipedestación, pulgar oponible, área de Wernicke, Broca y Brodmann para un proceso complejo cerebral, el rasgo cultural y la representación simbólica son propios de complejísimos sistemas de adaptación a un mundo totalmente apartado del resto de especies.


Ninguno de estos aspectos es considerado en las festividades que tienen un origen religioso tal como el nacimiento de San José, el padre de Jesús el Cristo, (19 de marzo); aspectos políticos como el 23 de febrero en Rusia, conmemorando a los defensores de la patria; el tercer domingo de junio y Guatemala y El Salvador, el 17 de junio, en el carácter de crianza y formación de los hijos en el aspecto social.

El Día del Padre es, en Guatemala, un signo de aquello que nos permite seguir existiendo en medio de la vulnerabilidad de la vida.


A diferencia de otras celebraciones cuyo apego constitucional tiene matices sociales, falacias sobre la misericordia, piedades y clemencias por atropellos en Guatemala, tiene un carácter único y no constituye permiso o influencia del Estado. Constituye una veracidad de coraje, energía y fuerza contra la adversidad que se enfrenta en ese extremadísimo proceso de civilización. Contrasta recordar al geólogo español Salvador Ordóñez, nacido el 17 de junio, cuya contribución ha sido el uso racional de los recursos naturales.


También es momento para recordar la valiosísima obra de Francisco Pérez de Antón, particularmente Hombre Adentro, donde es capaz de interpretar el sentido propio de esa celebración. Me uno a los recuerdos de ese impulso vital de todos los hombres de adaptarse al medio a través de la creatividad, intuición y libertad de elección. No hay nada externo y objetivo en la tarea de ser padre. No hay epítetos significantes, sino más bien una virtualidad que se actualiza cada día y que procura entender la creciente encrucijada del mundo actual.


La fuerza inagotable en la que fluyen las cosas hace que este mundo no se identifique con el sexo de la persona ni con el hecho de engendrar, sino en el sentido de una humanidad vivida a través de los acontecimientos que permiten esa libertad de conquistar la realidad que es únicamente nuestra.


El Día del Padre no es una conmemoración, no es un festejo familiar o un acontecimiento de carácter social. Es, en Guatemala, un signo de aquello que nos permite seguir existiendo en medio de la vulnerabilidad de la vida. Particularmente en Guatemala y El Salvador, ese es un reconocimiento a quienes hacen posible, independientemente de su sexo (varón, mujer), la posibilidad de un mundo mucho más humano y digno.

ESCRITO POR:

José Miguel Argueta

Profesor universitario del curso Unión Europea. Formación doctoral en Derecho en la Universidad Francisco Marroquín y Comunicación Estratégica en la Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Politólogo de profesión.