FAMILIAS EN PAZ

Desafíos culturales

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Durante la última década hemos experimentado cambios acelerados en todos los ámbitos de la vida: en la tecnología, educación, economía y por supuesto en la cultura.

Pertenezco a una generación de transición: vimos nacer el internet, la telefonía móvil y las redes sociales. De la máquina de escribir y de las cartas por correo tuvimos que subirnos al tren de la modernidad. Recuerdo a un compañero de trabajo que eligió renunciar a la empresa debido a que habían iniciado un proceso de transformación: dejaría de utilizar el kardex en cartulina para ingresar datos a una computadora, situación que lo abrumó de tal manera que eligió irse a casa a enfrentar los cambios de otra manera.

La modernidad es buena, trae cambios significativos, facilita las cosas y principalmente la comunicación entre las personas, reduce el tiempo y espacio. Sin embargo, con la celeridad con la que se dan corremos el riesgo de ir perdiendo nuestra humanidad. Una cultura que gira en torno a la economía, tecnología y la ciencia, cambia la manera de hacer negocios y la forma en que nos relacionamos. Ahora, el enfoque de las compañías es el ingreso y la rentabilidad, y no está mal siempre que las relaciones humanas y la consideración hacia el trabajador y su familia no pase a un segundo plano. Sin embargo, hemos llegado al punto de valorar al trabajador por su capacidad de producir y lograr los resultados esperados. La tendencia es buscar personas jóvenes con alta preparación académica y sin compromisos familiares, para que toda su energía sea canalizada hacia el logro de los objetivos y las ganancias rápidas. Cierto, obtienen salarios extraordinarios, pero pronto sucumben ante la presión y el estrés, para que llegado ese momento sean reemplazables. De ahí que vemos jóvenes adultos solitarios, sin familia, con todas las comodidades materiales, pero sin alguien en quien trascender en la vida.

Hemos de concentrar nuestros esfuerzos en volver a una cultura que priorice al ser humano. Tener verdaderos amigos en un mundo globalizado y tecnológico se hace muy difícil. Estar conectado por medio de redes sociales no significa tener relaciones fuertes. Hemos de aprender a interesarnos verdaderamente en el otro, entendiéndolo desde su esencia, sus principios y motivaciones, aceptando sus valores y diferencias. Pero, sobre todo, hemos de aprender a ser verdaderos amigos, vinculándonos, preocupándonos y apoyándonos mutuamente.

Esto implica dar el primer paso: sentarse a comer con amigos, en familia, conversar durante la cena, tomar el café y la siesta por la tarde, salir a caminar con los hijos, llamar al amigo simplemente para saludarle y saber cómo está, disfrutar del arte y desarrollar una espiritualidad profunda. Esto nos hace humanos.

Darle prioridad a la familia es clave para la transformación cultural. Ella da sentido a nuestra existencia, los hijos dan una motivación extraordinaria, impulsándonos no solo a lograr los objetivos materiales, sino a ser mejores personas. Nos enseña a dar de forma desinteresada, a pensar en el otro sin egoísmos, a dar amor desinteresado, buscando únicamente su bienestar.

' Ninguna amistad verdadera puede ser destruida, a no ser que ésta no sea realmente de verdad.

Rolando De Paz Barrientos

La vida se pasa tan rápido como para estar enfocado únicamente en las cosas materiales. Albert Einstein dijo: “Estoy absolutamente convencido que ninguna riqueza del mundo puede ayudar a que progrese la humanidad. El mundo necesita paz permanente y buena voluntad perdurable”.

Se puede lograr siendo buen hijo, esposo, padre, un buen amigo. Ejemplo tenemos en Jesús, se interesó, acompañó, se vinculó de tal manera con la humanidad buscando su bienestar, hasta el punto de dar su vida por nosotros.

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