CABLE A TIERRA

Derechos humanos de las mujeres en la mira

Como en prácticamente todos los campos del desarrollo, Guatemala se distingue también por su enorme rezago en materia de igualdad entre géneros. En 2020, se ubicó en el puesto 113 de 153 en el ranking global de equidad de género, habiendo crecido, además, dicha brecha respecto a años previos. Este índice analiza la brecha entre hombres y mujeres en cuanto al acceso a recursos económicos y al mercado laboral, a las oportunidades en la educación, y la esperanza de vida.

' Quieren vetar el derecho de las mujeres para definir el curso de sus propias vidas.

Karin Slowing

Los grupos antiderechos, que se complacen en reprimir, oprimir e imponer sus ideas y valores particulares a todos los demás, están empeñados en consolidar esa regresión democrática de Guatemala y uno de sus blancos favoritos somos las mujeres. No solo se nos están vetando crecientemente nuestros derechos sociales y económicos, sino que, además, se nos quieren imponer restricciones y controles sobre nuestras formas de vida, nuestros cuerpos y hasta nuestra forma de pensar y vivir la cotidianidad y la familia. No hay que olvidar que controlar la vida, el cuerpo y el destino de las mujeres (bebés, niñas, adolescentes, adultas y adultas mayores) significa también poder explotarlas abierta e impunemente, dentro y fuera del hogar, y a la par, asegurar que se reproduce y naturaliza en la sociedad la mentalidad que acepta y tolera la desigualdad, el abuso, la violencia y el aprovechamiento impune de unos seres humanos para el beneficio de otros.

Encima, dicha desigualdad y abuso, se reviste de un aura de bondad, sacrificio y virtud que hace que muchas mujeres no logren dimensionar las propias libertades y derechos que les son expropiadas y las oportunidades de plena realización que se les niegan. Muy frecuentemente, los roles tradicionales asignados a las mujeres como responsables de la reproducción, de la crianza y del cuidado, se realizan en sujeción y subordinación a figuras que ejercen poder, autoridad y frecuentemente violencia (que puede ser física, emocional, económica y/o sexual) sobre ellas. Peor aún, muchas mujeres son las propias promotoras y operadoras de la restricción de los derechos humanos de las demás mujeres, pues desde sus esferas de privilegio aceptan su condición supeditada a cambio de conservar para sí y su prole esos privilegios y patrimonio, sin importar el destino de las demás.

Los resultados de esa dinámica social se muestran con extrema facilidad en Guatemala y van mucho más allá de lo que el índice de equidad de género puede reflejar: Niñas violadas y embarazadas en su propio hogar; en el seno de la “familia tradicional” los hombres ejercen derecho de pernada. Niñas y jóvenes embarazadas prematuramente, mortalidad materna, femicidios, exclusión de la educación, de la salud; vidas plagadas de violencia que se expresa de múltiples maneras, su uso como mercancía sexual, la explotación en el hogar y no digamos en el mercado laboral, y en general, el veto a la posibilidad de definir por sí mismas, los contenidos de su propio proyecto de vida.

No hay que olvidar que el veto a la libertad de las mujeres para definir el curso de sus propias vidas es uno de los cimientos de los sistemas sociales y económicos que ha construido la humanidad, basados todos en el principio de la desigualdad, como mecanismo para mantenerse y concentrar poder y riqueza.

Por siglos, miles de mujeres han luchado para cambiar esta realidad, y construir condiciones de mayor igualdad entre mujeres y hombres. Los avances han sido lentos pero significativos y han costado mucho sacrificio de valientes y admirables mujeres. Hasta las que son manifiestamente antiderechos, se han beneficiado de esos logros que ahora quieren suprimir.

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