liberal sin neo

Del discurso a la capacidad ejecutiva

Hay peligro de ahogarse en vasos de agua.

Transcurridos siete meses de gobierno empieza a desvanecerse el beneficio de la duda y el optimismo que acompaña la novedad, para dar paso a evaluaciones realistas. De elegir la política o acción que más ha impulsado el gobierno, resalta la preocupación por obtener una ampliación presupuestaria. Ante la ausencia de ideas y políticas audaces en temas de seguridad, justicia, educación, salud o infraestructura, el gobierno ha dedicado su escaso capital político a tratar de conseguir que el Congreso eleve el techo de gasto. No lo ha conseguido, aunque es posible que logre algo por la vía de un “ajuste” al presupuesto 2024 para “obras”, debido a las “emergencias”. Un diputado oficialista declaró que ya hay conciencia de algunos diputados de la urgencia de contar con recursos para ejecutar obra pública, que es otra forma de decir que las negociaciones van avanzadas. Aparte de esto, el gobierno se ha dedicado más a reaccionar que a accionar.

En algún momento la capacidad ejecutiva tiene que alcanzar y superar al discurso.

Es propio reconocer que el Ejecutivo es políticamente débil, con escasa capacidad de maniobra. Carece de bancada y poder en el organismo Legislativo; su peso liviano le obliga a transar con los de siempre. También carece de mayores piezas para mover en el tablero de la CSJ y la CC. Está enfrentado con el MP y es acosado por grupos de interés que ofrecen amistad, pero no gratuita. Es de esperar que en los próximos meses diferentes grupos de presión tomen acciones para inducir al gobierno a cumplir sus demandas, sabiendo que es débil.

Hay peligro de ahogarse en vasos de agua; el Ejecutivo consulta a la CC si puede divulgar los acuerdos contractuales con los sindicatos de maestros, como si este fuera tema que no es claramente dictado por principios. Lo más notable de la debacle que condujo al despido de la ministra de Comunicaciones fue hacer evidente que es el presidente quien decide a cuáles proveedores del Estado se les paga y no un contrato o la ley.  El bloqueo del acceso al puerto Santo Tomás se tendría que haber disuelto inmediatamente, para dar señal clara de intolerancia a este tipo de actividad ilegal.

La fractura de la autopista Palín-Escuintla fue una tragedia imprevista; también era oportunidad para que el gobierno diera muestra de rápida y eficaz capacidad ejecutiva para resolver problemas. El estado de cosas es que “se mantendrá habilitado un carril y se alternará el paso de vehículos livianos cada 20 minutos, si la lluvia lo permite”. El problema en la autopista es síntoma emblemático de una enfermedad más grande que recorre el cuerpo de la infraestructura vial del país. La herida en este punto tan neurálgico es foco de atención, pero en otro plano refleja el deplorable estado de caminos y carreteras sin mantenimiento y reparación.

La parálisis por análisis se encapsula con declaraciones del presidente de la Asociación Nacional de Municipalidades, Sebastián Siero: “Como que están enfocados en otras cosas y no necesariamente en lo que importa”.  O un reciente editorial de PL titulado Que no le pase al puerto lo que a la autopista, refiriéndose al estado de incertidumbre de la terminal portuaria en el Pacífico, otra infección que se incuba en la infraestructura clave, a la espera de decisión y acción efectiva.

En algún momento la capacidad ejecutiva tiene que alcanzar y superar al discurso, la diplomacia y la celebración de iniciativas cosméticas y nuevas dependencias que no tienen mayor impacto sobre el bienestar de la gente. Escogieron meterse a este juego, ya pasó el tiempo de culpar al árbitro, la cancha o la lluvia y dar muestra de controlar la pelota y hacer goles.

ESCRITO POR:

Fritz Thomas

Doctor en Economía y profesor universitario. Fue gerente de la Bolsa de Valores Nacional, de Maya Holdings, Ltd., y cofundador del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN).

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