Catalejo

Decisión válida y esperada de efectos impredecibles

Biden, por fin, abandonó la campaña. Ahora es un cuasisemipresidente y sus prioridades se centran en entregar en enero.

La decisión de Joseph Biden para abandonar la candidatura presidencial demócrata fue válida, esperada, sugerida e imposible de evitar. Pero la tardanza en tomarla y la evidente preocupación mostrada por estar seguro de implicar la victoria de Donald Trump, provocó un cambio en la crisis interna de su partido, pero no la terminó, porque no es seguro quiénes integrarán la dupla para las elecciones de noviembre. La reacción de una poca cantidad de partidarios demócratas será de lamento, pero la mayoría de ellos estaban seguros de la incapacidad intelectual y física del presidente por el simple hecho de tener 81 años y de convertirse, si ganara, en el ciudadano de mayor edad en ese cargo, aunque su diferencia de edad con su excontrincante es de solo tres años.


Con su renuncia, los adversarios externos de Biden deben terminar con la andanada de insultos de los últimos días. Ya no representa un riesgo de derrota, papel ahora perteneciente a cualquier contrincante, porque la campaña del expresidente herido hace pocos días se basa en eso, aunque lo nieguen los seguidores. Su carta de renuncia es un ejemplo de cómo ahora se encuentra en un sitio superior. Ha comenzado la guerra civil interna y él se agregó al lado de la vicepresidenta Kamala Harris, quien aunque se le puedan señalar acciones positivas, sus errores dividieron al partido. Los estadounidenses son misóginos en el campo presidencial: rechazaron a Hillary Clinton y aceptaron a regañadientes a la compañera de Biden, escogida para cortejar al voto afroamericano.

Biden puede ahora hablar de los avances logrados, a su criterio.


Muchos, demasiados, demócratas y también republicanos piensan en sus propias carreras, no en su país ni en el papel de potencia mundial. No veo la formación de unidad entre ellos en este momento. Ningún partido tiene una figura realmente nacional capaz de ser vista como un catalizador nacional. Ninguno estará de acuerdo en cambiar el estilo de realizar las elecciones, los votos electorales, la edad mínima y máxima de una carrera presidencial o política, etc. Y se carece del criterio para dirigir una potencia mundial, ahora rodeada de enemigos como Putin, admirado por Trump, a quien no solo admiran quienes aceptan la misoginia, la diatriba y la inestabilidad de sus acciones, aunque algunas de sus posiciones —el aborto, por ejemplo— son aceptables.


Biden puede ahora hablar de los avances logrados, a su criterio. Ya es un semiexpresidente y por eso sus palabras deben escucharse y es más fácil analizarlas. Sin duda, la familia tuvo una parte importantísima en esta decisión. Desde el punto de vista político, en realidad fue un senador de una larga trayectoria, pero era virtualmente desconocido fuera de su país hasta haber sido electo primero vicepresidente de Obama y luego presidente. Su paso por la Historia, irónicamente, está asegurado por lo ocurrido el 6 de enero de 2020, cuando la turba ingresó violentamente al Congreso y puso en riesgo la vida de congresistas de ambos partidos. Es una ironía… con su renuncia ingresó a la Historia y es cuestión de tiempo decidir si lo hace por la puerta grande o la de atrás.


Estos siguientes días serán muy agitados: conocer la verdad del atentado contra Trump y de las razones y explicaciones del apagón tecnológico mundial, así como del paso a un lado de Biden, unirse a Nixon en la renuncia al cargo, por razones muy distintas. Las posiciones de ambos partidos no están tan firmes como parecen: así como el público estadounidense reaccionó a favor de Trump a causa del intento de asesinato, puede ocurrir lo mismo con Biden a causa de su salida forzada y del ataque sistemático a su edad. Esto es la parte impredecible de este drama político y humano en ambos casos. Pero si hay necesidad de escoger, lo mejor para Biden y el país fue retirarse.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.