Si me permite
Debemos vivir por encima de las circunstancias
Cuando decidimos vivir con la realidad, esta llegará a ser nuestro perfil.
“Las circunstancias no hacen al hombre, solo lo revelan”. Epicteto
En la vida que nos toca vivir a cada uno, probablemente para algunos que son disciplinados y toman el tiempo para planificar cada detalle a fin de alcanzar sus metas, no sería de sorprender que algo imprevisto pueda alterar lo que se había planificado. Por eso tenemos que entender que las circunstancias no nos deben anular, sino, por el contrario, deberán abrir alternativas que tendremos que saber escoger para alcanzar aquello que tanto añoramos.
No cuesta mucho establecer metas por los intereses propios que tenemos o los sueños que albergamos en nuestro ser. Pero en ningún momento se nos puede asegurar que las cosas funcionen como nos lo propusimos. En ese momento debemos tener la madurez y claridad necesaria para evaluar las metas, lo cual nos ayudará a perseverar en nuestros planes, aunque puedan cambiar algunos detalles.
Las circunstancias que se nos cruzan en el camino habrán de poner a prueba nuestra determinación en seguir adelante y nos obligan a evaluar lo que hemos propuesto. Es notorio que a nuestro derredor conocemos de aquellos que, con mayor capacidad que la nuestra y con posibilidades más favorables, emprendieron proyectos, los cuales dejaron abandonados porque las circunstancias que tenían que enfrentar los acobardaron. El hecho de que lo hayamos visto, en ningún momento nos da razón para juzgar lo que ellos han vivido, pero si sabemos aprender de la experiencia de otros, seguramente habremos de cuidarnos para no tener que caminar la misma vivencia nosotros también.
Las circunstancias habrán de redefinir las prioridades que determinan y evidencian mis intereses.
Cuán agradable podría haber sido si al momento de iniciar la vida se nos diera un mapa y un itinerario ya trazado por el cual deberíamos caminar paso a paso. Pero seguramente no sería tan gratificante como lo que nos toca vivir muchas veces cuando alcanzamos logros que nunca habíamos soñado, pero por el simple hecho de haber entendido las alternativas que nos dieron y acomodar las circunstancias que enfrentamos al tener fortaleza, marchamos con toda la debida precaución y escalamos de esa manera cumbres que nos llenan de gratificación y un estímulo para otros que nos observan y se animan a emprender sus propios desafíos.
Hemos escuchado a algunos que han desarrollado una admirable capacidad para justificar por qué no han logrado lo que han planificado. Seguramente tienen la habilidad de justificarse, pero no por ello vivirán cómodos en la frustración de no haber alcanzado las metas trazadas. Lo más sano para cada uno de nosotros, cuando nos trazamos metas, es hacerlo por etapas, las cuales deberán ser evaluadas antes de seguir adelante, para, si en algún caso se necesita reconsiderar lo propuesto, lo podamos hacer antes de que sea tarde y por alguna circunstancia colapse todo lo propuesto.
Esta vida que vivimos no solo tiene sorpresas, sino imprevistos que se nos presentan, los cuales difícilmente pueden ser comprendidos por aquellos que nos rodean. Si hemos alcanzado la suficiente madurez, tampoco les pediremos que nos comprendan. Pero, al percatarnos de la realidad, habremos de escoger cuál es el camino más apropiado en nuestro caso para seguir adelante con el vigor y el entusiasmo por encima de las circunstancias, hasta llegar a ver nuestros sueños hechos realidad.