DE MIS NOTAS
De discursos y hojas de ruta
En el contexto de la situación actual, es fundamental reflexionar sobre la figura del presidente y la crucial importancia de su comunicación como el cimiento de la confianza para una gobernabilidad efectiva en nuestro país.
' El outsourcing es viable para comenzar a combatir la corrupción.
Alfred Kaltschmitt
Como mencioné en mi última columna, no es viable ni aconsejable gobernar dividiendo a la nación o utilizando una retórica que aleje en lugar de unir. La claridad y la coherencia en la comunicación no son simples elecciones estilísticas; son requisitos esenciales para construir un ambiente de confianza y promover la unidad en nuestro país.
Y no es solo sentido común. Hay algo más: en el resultado electoral reciente, el voto nulo no solo fue significativo, sino mayoritario, y debe recordarse que el mandato otorgado al presidente no es un cheque en blanco. Este resultado no puede ser interpretado como un mero capricho electoral, sino como un claro indicativo de la insatisfacción y el escepticismo que permea a nuestra sociedad. El presidente Arévalo debe entender que su legitimidad se sustenta en la capacidad de interpretar y actuar conforme a este mensaje.
En cuanto a la hoja de ruta para la gobernabilidad, combate de la corrupción y desarrollo, hace unos días, subrayé en mi columna la importancia de adherirse a principios económicos y jurídicos que no solo han demostrado su eficacia a lo largo de la historia, sino que también representan pilares fundamentales para la prosperidad de una nación. La economía de mercado, con su capacidad innata para corregir distorsiones y evitar el desabastecimiento, y el respeto a la propiedad privada, esencial para atraer inversión, son ejes sobre los cuales se debe construir cualquier estrategia de desarrollo. Pero las acciones deben hablar alto y claro. Las invasiones de fincas y cualquier acto que socave la seguridad jurídica deben ser combatidas con determinación, enviando un mensaje inequívoco a todos sobre el compromiso del Estado con el derecho y el orden, especialmente a la inversión, por su alta volatilidad.
Un gran peso de la insatisfacción de la ciudadana está en la corrupción —esa hidra de múltiples cabezas que parece regenerarse con cada intento de erradicación—, que sigue siendo uno de los mayores enemigos de la gobernabilidad y el desarrollo. La ciudadanía clama por acciones concretas, no solo por promesas de cambio. En este sentido, un buen paso, mientras se aprueba la Ley de compras y contrataciones, es la externalización de compras y contrataciones o outsourcing, la cual es una estrategia viable para transparentar el gasto público y eficientizar la administración, porque la corrupción se alimenta de la opacidad y la complicidad. Combatirla exige innovación y transparencia.
El pueblo anhela paz y tranquilidad, no más divisiones ni activismo ideológico que polarice aún más a nuestra sociedad. La verdadera sabiduría de un líder se revela en su capacidad para unir, para elevar la mirada más allá de las contingencias del momento y dirigir sus esfuerzos hacia el bienestar común.
“La paz no es la ausencia de conflicto, sino la habilidad de manejar el conflicto por medios pacíficos”, Ronald Reagan.
Puede optar por seguir caminos trillados, marcados por la división y el cortoplacismo, o puede elegir el sendero menos transitado de la unidad, la transparencia y el compromiso con el futuro. La gobernabilidad efectiva se sustenta en la confianza, y construir esa confianza exige más que palabras, requiere de acciones coherentes, principios inquebrantables y, sobre todo, una visión de largo plazo que trascienda el presente. La historia juzgará las decisiones tomadas en este momento crítico, no solo por sus resultados inmediatos, sino por la capacidad de sembrar las semillas de un futuro más próspero y justo para todos.