Si me permite

Cuando disponemos ser útiles somos valorados

Los que son útiles están llenando necesidades básicas las cuales no tienen subtítulo.

“La obra humana más bella es la de ser útil al prójimo”. Sófocles

En la sociedad en la que vivimos siempre han abundado las personas que están buscando quién haga las cosas por ellas o bien que las ayuden, no por la necesidad, sino por el simple hecho de que no les nace hacer las cosas y dejan que otros las hagan   por ellas. Cuidado, en estos casos  no somos útiles, sino fomentamos la pereza. Debemos  cuidar de no caer en esta práctica, la cual en ningún modo es sana.

Las oportunidades que la vida nos ofrece en ser útiles son tan únicas que difícilmente se repiten.

Es justo que nos cuestionemos si en nosotros está la predisposición de extender una mano cuando vemos que hace falta, no porque lo estén pidiendo, sino porque  tomamos la iniciativa de acercarnos para ayudar. Claro está que este modo de vida se cultiva y se desarrolla, y en la mayoría de los casos es parte de la formación que los mayores inculcaron en la persona en los años de su niñez y ha llegado a ser parte de esta, por lo cual no solo es valorada, sino también la recomiendan en momentos en que se necesita que alguien pueda hacer algo.

Cuántas veces en nuestra vida, en momentos de una necesidad, se ha acercado una persona y viendo en lo que estamos involucrados, con el debido permiso se involucra y se saca adelante el trabajo. Esa persona seguramente queda grabada en nuestra memoria y en más de una ocasión  comentamos con otros en forma anecdótica lo que significó su ayuda.

Recuerdo que en una ocasión   tuve problema con mi vehículo, y parado a una orilla de la carretera con el capó del carro abierto, un carro paró delante mío y el chofer descendió y me preguntó si tenía algún problema. Por ver mi rostro se dio cuenta de que no entendía mayor cosa de mecánica. Luego de manipular unos cables el carro arrancó con toda naturalidad. Ese hombre llegó a ser mi mecánico por muchos años: fui un cliente fiel porque me había ganado.

Es interesante que en muchas de nuestras relaciones recordamos a personas que ofrecen ayudarnos y lo hacen saber de un modo posiblemente muy insistente también, pero en el momento de necesidad las buscamos, pero tienen otras ocupaciones y con la mayor elegancia se disculpan por no poder asistirnos. A diferencia de aquellas que nunca nos ofrecieron ayuda, pero cuando supieron que estábamos en una necesidad  allí estuvieron con nosotros, con la máxima disposición, y claro está, nosotros quedamos más que agradecidos y, porqué no, sorprendidos porque nunca pensamos que  se tomarían el tiempo y el interés de asistirnos.

Como cada uno de nosotros pertenecemos a un círculo de relaciones, los que nos conocen tienen un concepto definido de nosotros y en el momento de necesidad difícilmente tomamos riesgos, y si tenemos que buscar ayuda, fácilmente sabemos a quién recurrir, y si alguien sugiere algún nombre para buscarlo, tenemos una respuesta categórica por lo que sabemos de ellos.

Deberíamos proponernos  llegar a ser las personas que son conocidas por ser útiles a los suyos y a los que la vida nos lleva a relacionarnos. Este modo de vida habrá de dejarnos un buen nombre, el cual será recordado aun cuando no estamos, con frases tan comunes como: “cómo nos hubiera ayudado en este caso si estuviera esa persona”. Es sorprendente cuántas cosas pequeñísimas   hemos hecho por alguien y por las que estamos siendo recordados.

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.