Liberal sin neo

Crimen organizado

Economías paralelas que erosionan el tejido social y las instituciones

Con la idea de explorar el fenómeno del crimen organizado, su prevalencia e incidencia en la sociedad, encontré coincidencia entre un libro ajeno al tema que leí hace muchos años con un índice del que no tenía conocimiento y surgió en mi exploración. El libro es Plagas y Pueblos (Plagues and Peoples, 1976) de William H. McNeill, una investigación sobre cómo la evolución de parásitos, infecciones y conceptos relacionados han acompañado el desarrollo de la humanidad y la civilización. El autor explica que “los micro parásitos son pequeños organismos—virus, bacterias o criaturas multicelulares—que encuentran fuente de alimento en tejidos humanos apropiados para sustentar sus propios procesos”. Son invisibles a nuestros ojos, estamos rodeados de ellos, ingresan al cuerpo y se alimentan de nosotros. Encuentro en este concepto una metáfora del crimen organizado, que no es microscópico, pero es casi invisible, no penetra el cuerpo humano, sino el tejido social y se alimenta de él. Desconocía el Índice Global de Crimen Organizado (Global Organized Crime Index).

Un fenómeno multidimensional que trasciende fronteras, culturas y sistemas políticos

El crimen organizado es un fenómeno multidimensional que trasciende fronteras, culturas y sistemas políticos, con implicaciones profundas para la gobernanza, la economía y la sociedad. Aunque comúnmente se asocia con mafias y carteles, este término engloba una amplia gama de actividades y estructuras que operan al margen de la ley para obtener beneficios ilícitos. El crimen organizado se caracteriza por estructuras jerárquicas o redes horizontales que coordinan actividades ilegales de forma sostenida. Sus manifestaciones van desde narcotráfico y tráfico de personas hasta delitos cibernéticos, la corrupción y lavado de dinero. Según el Organized Crime Index (OCI), estas actividades constituyen economías paralelas que erosionan el tejido social y las instituciones. La tipología incluye grupos “estilo mafia”, como la ‘Ndrangheta italiana o el cartel de Sinaloa, y organizaciones más fluidas como las redes de corrupción y de hackers. Estas diferencias estructurales reflejan la adaptabilidad del crimen organizado a contextos específicos, desde sociedades con débil gobernanza hasta economías altamente desarrolladas.

Una síntesis del OCI introduce dos conceptos clave: vulnerabilidad y resiliencia. La primera mide la exposición de un país al crimen organizado, incluyendo corrupción y pobreza, mientras que la resiliencia evalúa la capacidad estatal y social para mitigar sus efectos. El impacto del crimen organizado no se limita a las víctimas directas. En las economías vulnerables, los flujos financieros ilícitos desvían recursos del desarrollo y alimentan la corrupción.

La tesis predominante atribuye el crimen organizado a la desigualdad económica, pero este análisis es simplista y lo encuentro poco convincente. Países con altos ingresos, como Japón o Estados Unidos enfrentan sus propios desafíos de crimen organizado. Yakuza, la principal organización mafiosa en Japón, genera ingresos de miles de millones de dólares y opera en una de las economías más ricas con alto nivel de vida. Italia alberga varias organizaciones mafiosas de gran escala, entre las que destacan Cosa Nostra, Camorra y ‘Ndrangheta. Quizás la mafia rusa, milicias africanas, los carteles mexicanos y las maras encajen mejor en la tesis de la desigualdad como causa, pero el crimen organizado como tipología general es un fenómeno global.

Lo que es indudable es que el crimen organizado es exacerbado por la debilidad institucional y la corrupción. Es, por cierto, uno de los muchos desafíos que enfrenta Guatemala.

ESCRITO POR:
Fritz Thomas
Doctor en Economía y profesor universitario. Fue gerente de la Bolsa de Valores Nacional, de Maya Holdings, Ltd., y cofundador del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN).

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