Comunidades rurales del país: de desafíos a oportunidades
Cuando el talento se queda en Guatemala, las familias florecen y las comunidades renacen.
En las tierras rurales de Guatemala, donde más de la mitad de las familias luchan por sobrevivir, y en Huehuetenango, donde la pobreza golpea a ocho de cada 10 guatemaltecos, la resiliencia y el espíritu emprendedor se convierten en la única esperanza para mantener a flote sus sueños. Iniciativas que se convierten en escudo contra la desintegración familiar y la migración forzada, y que merecen ser potenciadas a través de programas de apoyo, difusión de sus productos, así como preferencia de connacionales.
En Huehuetenango conocí a una madre cuyo esfuerzo ilustra cómo el emprendimiento transforma vidas. Con manos firmes y una determinación que supera la adversidad, convirtió los muebles hechos por su esposo —mesas y gabinetes llenos de detalle y calidad— en una fuente de esperanza. Él no podía salir a vender sus productos. Ella se los compraba y los revendía. Así, retenía ingresos dentro de la familia y generaba más ganancias.
Asumió las ventas y la promoción de los muebles, además de gestionar pedidos personalizados. Su rol como promotora del negocio favorecía la estabilidad económica, pero sobre todo fortaleció la unidad familiar al permitir una colaboración en el negocio con un objetivo común. En las comunidades rurales, la ausencia de empleo se convierte en un empujón doloroso que lanza a miles de guatemaltecos a una migración forzosa. Desde tierras lejanas, muchos sueñan con regresar, no solo para reencontrarse con su hogar, sino también para reconstruirlo con un negocio que les permita crecer y dar nuevas oportunidades a los suyos.
Las remesas son vitales para aliviar las urgencias económicas del presente, pero no pueden sostener el futuro. Cada dólar, de los US$21.5 mil millones que llegaron al país en 2024, lleva consigo el sacrificio de jornadas interminables y corazones partidos por la distancia, además de estar sujetos a políticas migratorias volátiles.
El talento creativo de comunidades rurales puede ser impulsado con asesoría técnica y transformación digital.
Comunidades enteras quedan despobladas, con escuelas cerradas y economías locales limitadas; el mercado laboral pierde gran talento; se van madres, padres, esposos y quedan los hijos al cuidado de familiares. El costo de la migración forzada es alto y solo se contiene con alternativas viables de productividad y crecimiento comunitario. Según la Encuesta de Remesas de la ONU 2022, un 14% se destina a la compra de materias primas y emprendimientos. Con la tecnología, estas cifras podrían crecer, pues permite conectar comunidades distantes en las cuales hay manos creativas y artesanos de calidad cuyo ingenio merece ser difundido, posicionado y valorado.
María Jerónimo, madre y abuela, transforma con sus manos la vida de quienes la rodean. Desde su taller “Calzados Ninnke”, en San Miguel Petapa, diseña calzado que no solo calza a mujeres, sino también marcha con fuerza hacia un futuro prometedor. Sus diseños son fantásticos —de calidad—. Hoy, con su ingenio, ha podido contratar a un operario para dar vida a más sueños, abonando así el anhelado Sueño Guatemalteco.
Es esencial dar acceso a financiamiento, capacitación y mercados para que más familias conviertan sus talentos en ingresos sostenibles. Programas como la Iniciativa para el Desarrollo del Emprendimiento en Guatemala (GEDI) o alianzas con organizaciones como Wakami ya están empoderando a mujeres y comunidades indígenas.
Aunque las remesas son ahora el rubro más importante de la economía guatemalteca, no deben ser su único sostén. Invertir en las personas y sus sueños es la clave para evitar que las familias se separen. La verdadera esperanza está en padres y madres, en jóvenes creadores de productos originales, útiles, bien hechos, cuya cualidad adicional es mantener el talento y la creatividad de Guatemala en casa.