Cómo explicar lo jurídico cuando la meta es politiquera
Los conocedores del Derecho deben explicar al ciudadano promedio por qué son malos los actos de los malintencionados.
Desde el inicio de la actual crisis politiquera, han sido numerosos los abogados de gran renombre dedicados a explicar desde dos perspectivas distintas los porqué de esta situación. Uno de los factores más interesantes consiste en la interpretación del Derecho y de las leyes, lo cual está directamente relacionado con experiencia, capacidad, profundidad de los conocimientos. Defienden el derecho y las leyes, interpretándolas según sus preferencias personales y otros se alejan de estas y se dedican a explicar los términos según el significado de los textos legales. Conozco a abogados pertenecientes a cualquiera de los dos grupos, y me admira la amplitud de lecciones y de conocimientos transmitidos, especialmente útiles para quienes no somos abogados.
Sin embargo, esta interpretación necesita tomar en cuenta varios factores sobre los cuales descansan tanto la ciencia del Derecho y debe descansar cada una de las leyes. Cuando la aplicación e interpretación del conjunto de la legalidad es absurda, mal intencionada y sobre todo ilógica desde el punto de vista filosófico —una de las bases del Derecho— se cae en otro absurdo: cumplir con una ley específica, cambiable por naturaleza, pero sin servir a la Justicia. Dicho en palabras simples, arrebatarle su cobertura de los ojos y su balanza en la mano, con resultados malos o muy malos para personas individuales o grupos ciudadanos. Es realmente necesario actuar en dichos campos sobre bases distintas y sólidas para facilitar el entendimiento de esto último.
Si un ciudadano desconoce de una ley y no comprende su texto técnico, se confunde cuando los malintencionados la explican con tecnicismos aún más oscuros.
Saber los motivos de esas bases diferentes es relativamente simple de entender, sobre todo para quienes desde la toga jurídica se lanzan a explicar temas de difícil comprensión. Menciono algunos: A) Tomar en cuenta a la audiencia, proveniente del mundo ajeno al Derecho, y ello significa emplear un lenguaje comprensivo, general, y al mismo tiempo adecuado. B) Si se escribe, no hacerlo como si fuera una tesis doctoral, sino dirigirse a quienes no conocen de derecho y no saben —por ejemplo— la diferencia entre homicidio y asesinato. C) Olvidarse de frases en latín, griego o cualquier otro idioma ajeno al español, porque al no ser conocido su significado por la mayoría poblacional, se pierde interés por la lectura o por seguir escuchando los criterios expresados.
Quienes tienen planificado afectar al Derecho y a las leyes tienen perfectamente claro por qué sus acciones son ilegales, malas, innobles. No es por ignorancia o equivocación. Los señalamientos de aquellos abogados con buena intención son inútiles, entonces, y al emplearse lenguaje jurídico técnico, sin ser esa su intención, contribuyen a la incomprensión de los ciudadanos, quienes muchas veces al no entenderlo pierden el interés. Esto es especialmente grave cuando los funcionarios encargados de la interpretación y uso de la ley son parte de grupos nefastos. Otro elemento perturbador de la comprensión popular es la mención del número correspondiente dentro del texto legal. La misión debe ser explicar la ley en su espíritu, no tanto en su forma.
Si un ciudadano desconoce de una ley y no comprende su texto técnico, se confunde cuando los malintencionados la explican con tecnicismos aún más oscuros. El resultado va contra la aceptación popular del sistema jurídico y la aceptación de quienes lo manosean. Por supuesto, los jueces con sus fallos chocantes contra el sentido común, son también parte de esta mala intención. La lógica jurídica no puede ir en contra de la lógica filosófica, definida en su sentido de tener una causa y un efecto. Es difícil escribir con sencillez de un tema complicado como lo son las leyes. Pero quienes conocen el Derecho a fondo deben poder colocarse en una posición didáctica para la generalidad humana. Así se dificultará la negra tarea de los conocedores mal intencionados.