CON OTRA MIRADA
Civismo y academia el martes 14
El próximo martes 14, la Asamblea de Presidentes de los Colegios Profesionales realizará un acto cívico en conmemoración de cuando la Capitanía General del Reino de Guatemala declaró su independencia de España, uniéndolo al programa Medalla de Honor al Mérito que bimensualmente otorga a un profesional, propuesto por el colegio que ejerza la presidencia de su junta directiva. En ese caso tendré el honor de entregarla al colega Mauricio Solís Colomer.
' El resultado, en alguien como Mauricio, es la obra prolija que ahora resalto.
José María Magaña Juárez
En vísperas del bicentenario de la Independencia, comento cómo el Estado desaprovechó la oportunidad para diseñar una ruta que sacara al país del anquilosado siglo XIX, teniendo a disposición la vasta información procurada por los académicos, que ofrece con amplitud y sustento la positiva lectura de la historia, con la que pudo sentar las bases de la Guatemala del siglo XXI. Pero que no hizo.
A Mauricio lo conocí en 2007, con ocasión de la inauguración de los espacios de lectura y biblioteca del Centro de Formación de la Cooperación Española, en la Compañía de Jesús, La Antigua Guatemala, que transformó haciendo gala de respeto y ética profesional en la intervención de un edificio histórico.
Los muros de los salones para las áreas de investigación y salas de lectura no se tocaron, dejándolos en blanco, en tanto que para las estanterías y mobiliario usó como fuente de referencia cromática tejidos regionales en una clara y franca interpretación. En algunas salas rompió la rigidez ortogonal del edificio, creando espacios dinámicos. Riqueza que fortaleció con el uso de modernas lámparas, que no tocan paredes ni bóvedas, alimentándolas mediante arcos metálicos de gran contemporaneidad y respeto a la esencia del bien cultural intervenido.
Más adelante, en 2017, me invitó a colaborar en la restauración de la iglesia de Villa Nueva, importante monumento del siglo XVIII, al que, con su capacidad y respeto, dotó de la necesaria contemporaneidad en la recuperación de sus características y elementos arquitectónicos, dando nuevamente ejemplo de honestidad en el tratamiento de un edificio histórico.
Más allá de esos ejemplos que me son cercanos, su larga trayectoria en el campo del diseño es amplia y encomiable. Graduado en la Universidad Francisco Marroquín en 2004, estableció la firma Solís Colomer y Asociados Arquitectos, proponiéndose formar un equipo multidisciplinario de profesionales, con el que ha diseñado y construido más de 130 proyectos en diferentes partes del continente, desde México hasta Brasil. El taller se ha especializado en dos ámbitos: arquitectura institucional de impacto social y arquitectura comercial, teniendo como meta dignificar la experiencia del usuario, especialmente aquellos con más necesidad, y como divisa que la arquitectura tiene el poder de elevar el espíritu del usuario, del transeúnte y de la humanidad.
Su aporte ha enriquecido la arquitectura de nuestro país, que como he expuesto en otras oportunidades, quedó plasmada en ciudades, centros ceremoniales, calzadas, ciudades y templos de culturas en auge, desde antes de que los europeos supieran de nuestra existencia; lo mismo que la rica obra del período colonial, republicana y demás influjos culturales que dejaron huella, pero que, aun con la contundencia de su expresividad, suele pasar desapercibida para el común de los ciudadanos.
Sin embargo, esa obra construida, en nuestra formación profesional es fuente de estudio que llegamos a conocer y respetar, enriqueciendo nuestro acervo cultural. El resultado, en alguien como Mauricio, quien es un innato creador, es la obra prolija que ahora resalto con ocasión de entregar la medalla de honor al mérito de la Asamblea de Presidentes de los Colegios Profesionales.