A contraluz

Cinco meses de soledad

La actitud diplomática de Arévalo frente a las élites depredadoras genera impaciencia en la población.

Cinco meses después de haber asumido la Presidencia, Bernardo Arévalo pareciera un tanto desdibujado en el escenario nacional. Su estilo diplomático, pausado, sin enfrentar directamente a sus adversarios inaugura un estilo inédito que favorecería un clima democrático, pero que no necesariamente está a tono con la cruda realidad, en la cual está rodeado de pirañas dispuestas a destrozarlo. Esa falta de contundencia en su liderazgo podría interpretarse como debilidad, lo que se ve afectado por la ausencia de una comunicación política eficaz y la carencia de operadores políticos. Su principal ofrecimiento de combatir la corrupción no camina porque su némesis, Consuelo Porras, se interpone en el camino. Además, comienzan a hacerse visibles los remiendos en su gabinete, que ya va por el tercer cambio de ministros. Eso ha determinado cierto desencanto en la población que se observa en las mediciones de opinión. En marzo pasado, la firma Cid-Gallup le daba a Arévalo el 78% de aceptación popular, pero ya en mayo había bajado al 54%, una brusca caída en un corto período.

Pareciera que el presidente ya se resignó a aguantar a Consuelo Porras en los próximos dos años, si es que antes ella no le da jaque mate.

Arévalo llegó a la Presidencia en un ambiente adverso. La cleptocracia, encabezada por el expresidente Giammattei, había dinamitado el proceso. Si no hubiera sido por la movilización popular, en particular de los pueblos indígenas, y el apoyo de la comunidad internacional quizá no hubiera alcanzado la silla presidencial. Su discurso contra la corrupción creaba escozor entre la mafia política, principalmente la que se concentra en el Legislativo. En las primeras semanas contó con el respaldo de algunas bancadas, pero la falta de pericia de los diputados oficialistas que no supieron cultivar las alianzas y la ausencia de incentivos perversos a los que los tenía acostumbrados Giammattei hizo que Semilla comenzara a quedar en soledad. El caso más ilustrativo fue el diputado de la UNE Inés Castillo, que dejó claro su distanciamiento del Gobierno y su alineación con Consuelo Porras. O el de las bancadas Cabal y Vos, que han marcado su territorio y se han alejado del oficialismo.

El 14 de enero pasado, las élites depredadoras hicieron el último intento por evitar la toma de posesión de Arévalo, pero fracasaron. Pese a ello, entienden que perdieron una batalla, pero no la guerra. Desde distintas trincheras la clase política tradicional y sus aliados del sector empresarial todavía creen que es posible botar al gobierno. Para ello cuentan con las bancadas Valor, Unionista, Vamos y Todos para entorpecer las iniciativas en el Congreso. El legado de Giammattei también se percibe en la maquinaria aceitada en el Organismo Judicial y la Corte de Constitucionalidad, que se han convertido en arietes para obstruir la gestión gubernamental. En ese escenario, crece la figura de Porras, que encarna las aspiraciones reaccionarias para inmovilizar al Gobierno y al partido Semilla.

Frente a ese escenario, la actitud diplomática de Arévalo genera impaciencia en la población. Pareciera que el mandatario ya se resignó a aguantar a Porras en los próximos dos años, si es que antes ella no le da jaque mate. Las acciones enderezadas por el Ministerio Público contra el ministro de Finanzas, Jonathan Menkos; el procurador general de la Nación, Julio Saavedra, y el director de la Comisión Nacional contra la Corrupción, Santiago Palomo, evidencian que Porras está dispuesta a profundizar su ataque contra el Gobierno. Arévalo ha encontrado mayor respaldo en EE. UU. y Europa, y quizá por ello insiste en sus giras internacionales. Sin embargo, esa labor de cabildeo bien la puede efectuar el canciller Carlos Martínez, por lo que fue acertado que el presidente declinara su viaje. Para poder enfrentar las adversidades es importante la presencia del gobernante en el país para asumir el liderazgo contra las mafias incrustadas en el Estado.

ESCRITO POR:

Haroldo Shetemul

Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca, España. Profesor universitario. Escritor. Periodista desde hace más de cuatro décadas.