Brics, un nuevo orden global en gestación
El BRICS podría generar una mayor polarización internacional, dividiendo al mundo en bloques económicos rivales.
Esta semana se celebra la cumbre del Brics 2024, un evento clave en el escenario geopolítico actual. Originalmente compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, este grupo ha expandido su influencia, captando la atención de otras naciones emergentes.
Significativo que António Guterres, secretario general de la ONU, asista a la cumbre celebrada en Rusia, sin pronunciarse sobre los ataques a Ucrania.
Este encuentro se celebra en un momento donde las tensiones entre Occidente y Oriente son palpables, y el Brics se posiciona como un bloque alternativo al orden mundial, dominado por potencias occidentales, especialmente Estados Unidos y la Unión Europea.
La cumbre contará con la participación de nuevos actores como Egipto, Irán, Etiopía y Emiratos Árabes, entre otros países que buscan desafiar la hegemonía económica del G7. Esta ampliación subraya el creciente interés en un mundo multipolar, donde “supuestamente” el poder económico y político se distribuye de manera más equilibrada.
La participación de líderes como Vladímir Putin y Xi Jinping refuerza la idea de que este grupo no es solo una alianza económica, sino también un contrapeso estratégico al poder occidental. Detrás de la retórica de cooperación y desarrollo económico, tanto Rusia como China tienen ambiciones geopolíticas más profundas. Bajo el paraguas del Brics, ambas potencias buscan debilitar la hegemonía occidental, pero también posicionarse como líderes indiscutibles en este nuevo orden, mientras siguen avanzando sus propios intereses estratégicos en el tablero global.
Uno de los temas centrales de la cumbre es la creación de una moneda común, que desafíe la dominancia del dólar en el comercio global. Este objetivo, aunque ambicioso, refleja la frustración de las economías emergentes con el sistema financiero internacional, controlado en gran parte por Occidente. Otro objetivo clave es la cooperación en infraestructura y tecnología. China continuará impulsando proyectos que conecten a Asia, África y América Latina, mientras que Rusia verá la cumbre como una oportunidad, para profundizar sus lazos comerciales con naciones que no se alinean con las sanciones impuestas por Occidente.
Más allá de los acuerdos visibles, la cumbre de 2024 envía mensajes subliminales a las potencias occidentales. Primero, que el sistema económico actual ya no puede ser monopolizado por una élite reducida. Segundo, que las sanciones impuestas por Occidente a países como Rusia están siendo contrarrestadas con éxito por medio de estas nuevas alianzas. Finalmente, que el Brics no es solo un bloque económico, sino una plataforma política que busca redefinir las reglas del juego en la gobernanza global.
La participación de Arabia Saudita e Irán en esta cumbre resulta particularmente intrigante. Ambas naciones, rivales históricas en la región del Golfo, encuentran en el Brics un terreno común para la cooperación económica, especialmente en el sector energético. Con la creciente demanda de energía por parte de China e India, el papel de estos dos países petroleros será clave en la redefinición del comercio energético global.
El Brics 2024 no solo afecta a sus miembros, sino que tendrá implicaciones para todo el mundo. Si la creación de una moneda común o la ampliación del bloque se materializan, estaríamos frente a un desafío directo al dominio del dólar, lo que podría llevar a una fragmentación del sistema financiero global, tal como lo conocemos.
Además, el creciente poder del Brics en términos de población y recursos naturales coloca a este bloque en una posición privilegiada para liderar las discusiones sobre el cambio climático, la seguridad alimentaria y la tecnología. Al mismo tiempo, podría generar una mayor polarización internacional, dividiendo al mundo en bloques económicos rivales.