LA BUENA NOTICIA

Bienaventuranzas, corazón de la Misión Popular de Jesús

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Dedico la reflexión de hoy a la memoria del obispo Gerardo Flores, gran regalo de Pablo VI a la Iglesia de Guatemala, cuyo ministerio episcopal en Izabal y la Verapaz se sitúa entre los padres de la Iglesia de América Latina: Hélder Cámara, Leonidas Proaño, Manuel Larraín, Raúl Silva, Juan Landázuri, Marcos G. McGrath, Mons. Romero, Samuel Ruiz y Sergio Méndez Arceo. Ya descansa en la paz de Dios, después de haber caminado con los más pobres, asumiendo sus legítimas causas, promoviendo su liberación y escuchando sus clamores, desde la praxis de Jesús en una iglesia profética, encarnada en las culturas, misionera y liberadora al servicio del ser humano y del mundo. Su inspiración y compromiso con la Iglesia y con nuestro país fueron las bienaventuranzas que hoy comentamos, cuando vemos que continúa el proceso de la Santa Misión Popular liderado por Jesús y su equipo misionero, quienes, “dejándolo todo”, navegan hacia aguas profundas a “pescar hombres”, esto es salvar al ser humano en peligro, dentro de una sociedad carente de justicia, paz y desarrollo integral. Las bienaventuranzas son el programa del Reino para ser felices y dar verdadero sentido a la vida; y su contrapunto, la vida opulenta, corrupta y violenta que es el camino del “maldito”, el que está al servicio del mal. Hay que optar. O se construye la vida según las bienaventuranzas, irradiando la alegría del evangelio, viviendo la fraternidad y la amistad social, o se va por el camino de los malditos, que ponen su corazón en el enriquecimiento ilícito, en el placer hasta hartarse y en el ejercicio del poder recibiendo halagos, como pretenden los políticos de pacotilla que tenemos.

' Existe un vínculo inseparable entre fe en Dios y opción por los empobrecidos.

Víctor Ruano

Las bienaventuranzas describen el estilo y la opción de Jesús. Siguiendo esa conducta, los obispos reunidos en Medellín, 1968, hicieron suya la voz de las mayorías empobrecidas que claman por su liberación. Esta opción exige conversión al reino de Dios. Según el Papa, la Iglesia ha de llegar a todos sin excepciones; ¿pero a quiénes debe privilegiar? Según el Evangelio, la orientación es contundente: no tanto a los amigos y vecinos ricos, sino a los pobres y enfermos, los que suelen ser despreciados y olvidados, aquellos que no tienen con qué compensar. El evangelio de mañana concreta las bienaventuranzas invitando a un amor solidario y universal, sin distinciones, incluso a los enemigos; estimula a desear y hacer el bien a todos, a desarmar a los violentos con la no violencia, a practicar una generosidad sin límites, a vivir un amor desinteresado. No somos capataces de los demás, sino compañeros de camino, siendo indulgente para obtener indulgencia, ofreciendo perdón para recibir perdón, siendo generosos para lograr generosidad. En un mundo tan desigual, las bienaventuranzas son el camino para la búsqueda de una nueva sociedad construida sobre las bases de relaciones absolutamente contrarias al orden injusto, violento y excluyente. Una nueva sociedad que prescinde de su división de estratos, no luchando para la eliminación de las clases dominantes como pretendía el sistema ateo-comunista, sino trabajando por erradicar sistemáticamente las estructuras que originan la división clasista generada por el capitalismo neoliberal.

El proceso a impulsar es el amor solidario, la bendición hasta los enemigos y la oración como fuente de inspiración y de lucha contra el mal; además, el perdón activo que restablece relaciones y permite pasar por alto una ofensa a condición de que el agresor tome conciencia del mal que causa a otros, a la sociedad, y provoque el cambio de fondo; también el compartir generoso como reacción contra la codicia que enferma a las personas; finalmente el rechazo decidido a la avaricia, el egoísmo y la usura, ahora manejados de la banca, que son las causas fundantes del enriquecimiento de unos pocos y el empobrecimiento de las mayorías.

ESCRITO POR:

Víctor Manuel Ruano

Presbítero de la Diócesis de Jutiapa. Licenciado en Sociología por la Pontificia Universidad Gregoriana, Roma. Fue rector y profesor del Seminario Nacional de la Asunción, Guatemala, y vicerrector académico Cebitepal, Colombia.

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