Si me permite

Ayudemos a los que necesitan ser alfabetizados

El tiempo invertido en alfabetizar a alguien es un capital rentable para toda la vida.

“Saber leer es saber andar. Saber escribir es saber ascender”, José Martí.

Indudablemente, muchos de nosotros hemos sido los afortunados de poder en algún momento ser ayudados y guiados para que pudiéramos aprender a leer y escribir. Tal vez algunos, cuando iniciaron, fue como un juego y cambió todo el panorama de la vida. Otros no fueron animados y estimulados, sino obligados, y posiblemente no del mejor modo, pero al final el beneficio recibido es el que cuenta en la práctica diaria de la vida. Sin duda, a diario nos encontramos con personas que no han tenido esa dicha de que alguien se ocupara y los guiara en las primeras letras, y si todavía respiran, debe haber una oportunidad.

Ayudemos a los que necesitan ser alfabetizados.

Cuando nos damos cuenta de que hay una diversidad de modos en los cuales podemos ayudar, debemos preguntarnos cuál es la nuestra y actuar conforme a la parte que nos toca. Por ejemplo, aquellos que por vocación o por recomendación estudiaron para ser maestros son las personas que tienen la preparación para saber hacer esa tarea tan importante, y recordar que la actitud con la cual se hace es determinante para un logro exitoso. Siempre habrá una medida de admiración de aquellos maestros que tienen esa magia de abrir un panorama en la mente de sus alumnos para ayudarlos a tomar vuelo en su estudio y cambia toda su vida.

Pero cada uno de nosotros podemos reconocer la necesidad y ponernos a las órdenes de las personas que necesitan ser alfabetizadas darle unas palabras de ánimo y estímulo para que no se queden atrás y sugerirles el cómo y dónde pueden iniciar el vital peregrinaje de la más valiosa herramienta de esta sociedad, aprendiendo sus primeras letras y cambiar de ese modo su vida y planes que tienen por delante.

Es insustituible lo que los padres hacen para estimular a sus hijos en la educación, pero hay quienes nunca tuvieron esa bendición, pero no por ello deben de vivir condenados a quedar en ese estado. Por el contrario, pueden ser desafiados y apoyados para cambiar, y si usted o yo podemos hacerlo, seremos personas que nunca seremos olvidados, porque a los que animamos nos tendrán presente en su vida y en algún momento habrán de hacer algún modo de reconocimiento cuando documentan el cómo llegaron a estudiar y tomando un lápiz trazaron sus primeras letras.

Es muy sencillo hablar de cuántos en nuestra sociedad son o no son analfabetas y trabajar con estadísticas en este tema, pero es mucho más valioso cuando nos involucramos primero estimulando a los que necesitan comenzar a leer y escribir y luego la próxima etapa deberá ser la de no quedar con el inicio y solamente alcanzar la capacidad de leer y escribir, sino que siendo un inicio puedan seguir adelante y conforme puedan avanzar llegar a niveles jamás soñados por ellos, pero porque alguien los animó y les dio una mano pudieron iniciar y han llegado a niveles nunca soñados con anterioridad.

Probablemente es muy fácil ver cambios de una generación a otra por cambios impulsados por haber sido alfabetizados, lo cual no solo es bueno, sino es lo mínimo que podemos hacer, pero lo mejor es no esperar la próxima generación sino en cada oportunidad que tenemos hacer el espacio a los que están dispuestos a aprender, que no logren para beneficio propio, sino para los suyos también.

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.