La buena noticia
Al centro los más vulnerables
La injusticia se trama desde las cortes por el pésimo nivel ético, académico y cuestionada trayectoria de sus magistrados.
La Santa Misión Popular —como la llamamos en el sur-nor-oriente guatemalteco— que Jesús está desarrollando en Galilea ha tomado un giro significativo, al dedicar su tiempo a la formación mística y liberadora de sus discípulos, por eso “él no quería que nadie lo supiera”, mientras iba “enseñándoles”. Su propósito era promover un cambio de mentalidad que les permitiera adquirir otra visión de la vida, de su relación con los demás y de los planes de Dios, que siempre se orientarán hacia los pequeños, “los nadie”, para forjar, desde ellos y con ellos, una sociedad diferente que esté en sintonía con el reinado de Dios que anunciaba.
“Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.
Pero los discípulos tenían otras prioridades en su mundo interior y en su escala de valores. Mientras él abría su corazón comunicándoles que será “entregado, le darán muerte y resucitará”, ellos “discutían” acaloradamente sobre “quién era el más importante”. Esto demuestra que aún no creían “en la igualdad fraterna” promovida por Jesús. A ellos les movía la ambición y la vanidad, sentirse superiores y ser más que los otros. Les seducía la gloria, el honor y el poder. En una mentalidad de este estilo siempre se atropella a los más frágiles y débiles.
Entonces, de manera pedagógica les plantea que los importantes son los más vulnerables, representados en un niño. Con este gesto no propone un infantilismo ingenuo, sino un principio revolucionario y transformador, propio de personas adultas y maduras, que tienen como criterio fundamental, que para ser los primeros hay que ser “el último de todos y el servidor de todos”.
Según esta propuesta, no embelesarse con los que están arriba en la estructura de cualquier sociedad, ocupando los primeros puestos, quizá por ser ricos y famosos o con títulos y honores. Para el proyecto de Jesús, importantes son los que se dedican sin ambiciones y con total libertad a servir, colaborar y contribuir a la edificación de una sociedad más humana y justa, solidaria y abierta a la trascendencia.
Esta visión choca en una Guatemala donde impera la injusticia social institucionalizada, alimentada desde las altas cortes, que por cierto están por renovarse, pero para seguir igual o peor, por el pésimo nivel ético, académico y de cuestionada trayectoria de la mayoría de los aspirantes. Se contrapone, además, a un poderoso sector económico depredador y saturado de privilegios que le da rienda suelta a sus ambiciones sin límites. Y, finalmente, es aprovechada por una clase política mediocre y sin visión de país, corrupta e impune que engorda en cada proceso electorero y vive de espaldas ante las mayorías empobrecidas de la población.
A ello se suma una Patria construida sobre la base del despojo, de exclusiones y rechazo a los más necesitados. Por eso, el genuino mensaje de Jesús y su praxis liberadora viene manipulado y rechazado por un minúsculo grupo de poderosos que no están dispuestos a renunciar a sus privilegios y caminar en igualdad de condiciones y oportunidades para forjar juntos la Guatemala que anhelamos. El virus del egoísmo en el corazón nos les deja soñar con un país distinto y mejor para todos.
La propuesta de Jesús es inspiración para derrumbar todo sistema injusto, violento e inhumano que busca sostenerse mediante la manipulación de Dios, el uso abusivo de la religión y las creencias de la población. Por eso, el paradigma del niño al centro es la lógica de un proceso liberador y transformador desde las periferias, donde están los excluidos y los descartados de la sociedad, aquellos que no cuentan para el poder político y económico, pero para Dios son fundamentales en la realización de su proyecto de vida digna para cada ser humano.