Catalejo

Acciones para terminar el colapso capitalino

Guatemala, antes hermosa capital, es ahora una ciudad colapsada, a la cual só-lo le queda la belleza de sus volcanes.

Guatemala es una ciudad colapsada. A causa del incremento de sus problemas, esa realidad comenzada como una lagartija, dicho en lenguaje negro, pasó a iguana y se convirtió en un cocodrilo mortal. Muchas son las razones. De pronto ya se tiene conciencia de esa realidad y se comienza a pensar en las causas, no solo variadas sino entrelazadas. Alguna vez llegó a ser llamada la tacita de plata, pero ahora eso es un chiste de mal gusto. Soluciones de hace décadas ahora se convirtieron en causa de los problemas de vivir en un área convertida en la megaurbe del Istmo a la cual se agregan los municipios de los alrededores, cuya independencia es precisamente una de las causas notorias, porque han sido tragados por el crecimiento de todo, en especial la población.

Guatemala, antes hermosa capital, es ahora una ciudad colapsada, a la cual só-lo le queda la belleza de sus volcanes.

El crecimiento comenzó en la época colonial. Los barrios, como San Pedrito, el Calvario, la Parroquia —por ejemplo— se convirtieron en zonas con números. Los municipios aledaños, Villa Nueva, Mixco, Amatitlán, mantienen una independencia con autoridades sin planes conjuntos, pero son parte de la gran ciudad, de área aumentada potencialmente desde 1945. La zona 1 fue la más importante por tener la mejor arquitectura, diseño de calles, vida comercial, al desplazarse al sur dejó ese centro en un área no delimitada, con el resultado de emigración interna hacia otros lugares como las colonias residenciales y el traslado de las principales oficinas del gobierno, como la municipalidad, el Crédito Hipotecario y el Banco de Guatemala.

El primer cuarto de este siglo, muestra el colapso de la ciudad. En términos técnicos significa un área ahora peligrosa causante de desconfianza ciudadana ante el riesgo de ser víctima de la criminalidad, cada vez mayor y convertida la dueña de áreas donde reinan los mareros y las autoridades están también en riesgo, por lo cual se han convertido en cómplices obligadas. A causa del temor por esta criminalidad, ahora practicada con el sicariato en moto para ejecutar órdenes de los barones de la droga y su trasiego, el conocimiento de la ciudad por sus habitantes es cada vez menor. El Palacio Nacional o la Catedral, por ejemplo, son lugares desconocidos donde no ha caminado nunca el 75% de la población, en cambio sí conocedora de centros comerciales…

La capital se ha convertido en una mala versión de las ciudades-dormitorio, mientras el número de vehículos aumenta alarmantemente pero las calles no lo hacen, con el resultado de embotellamientos generalizados causantes de daños económicos a causa del aumento de uso innecesario de combustible. La solución es complicada y necesita inversiones cuantiosas y una planificación previa y el pensamiento hacia el futuro preparada por expertos, pero están ausentes de las filas del personal calificado en la comuna desde cuando comenzó el aumento de edificios de una arquitectura contemporánea y de estilo moderno, hundido en la tendencia de las grandes ciudades seguidoras del estilo neoyorquino o en general el estadounidense y europeo.

Esta ciudad ha olvidado su papel de centro de vida humana. Servicios deficientes: parques desparecidos o abandonados, calles insuficientes, con las existentes mal mantenidas y planificadas, las aceras son una fábrica de accidentes peatonales. El agua potable, convertida en un lujo gozado por únicamente una parte de las zonas, desorden en el tráfico vehicular a lo cual también contribuye la policía municipal de tránsito, un sistema de transporte público ya obsoleto, en lo cual se incluye el aeropuerto La Aurora para dejar aislado al país. Esta triste y pesimista descripción es realista, y demuestra, a mi juicio, por qué se debe comenzar ese cambio de época al cual se puede llegar solamente si se eliminan sus profundas raíces centradas en la corrupción.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.