Rincón de Petul

A quien —nuevo columnista— le sirva

Es más interesante una pieza que aporta datos objetivos y que motiva a que el lector logre conclusiones propias.

La reciente renovación en la sección de opinión de Prensa Libre, con la incorporación de nueve autores nuevos, me provocó reflexionar acerca de este espacio; el que semana a semana, domingo a domingo, tengo lo que considero mi máximo privilegio ciudadano: el de llenar una hoja vacía, y ponerle un pensamiento, procurarlo sustentar adecuadamente, para luego presentarlo con el fin que me propongo: activar una reacción en usted, el lector, que motiva esta actividad. Reviso mis anales y veo que he superado la entrega de más de 400 piezas desde que, en el 2016, se me invitó a tener una columna semanal, tras dos años que llevaba con entregas eventuales, como pluma invitada. En el camino, como en todo, he tenido aprendizajes que comparto, no con el fin de que sean vistos como consejos vanidosos hacia nuevos columnistas, sino con el optimismo de aportar lo que a mí me ha sido de enorme valor.

Es más interesante una pieza que aporta datos objetivos y que motiva a que el lector logre conclusiones propias.

Y es que esa página en blanco, sabiendo que la prensa mecánica espera para iniciar a rodar, para imprimir, puede abrumar. El subsecuente agobio apareja peligros, amenazas a la integridad de lo que se escribe y, ulteriormente, a la credibilidad del autor, invaluable, inconmensurable. Por ello, valioso fue para mí no iniciar completamente solo. Dos acompañantes me hicieron mentoría, en especial, al inicio. Mi padre, alto escritor académico, de fino análisis profundo, que, con la sola sugerencia de una o dos palabras, daba giros a textos que le consulté y que matizaron la forma de transportar una idea al público lector. Y también mi tío Pepe, quien con décadas de experiencia con su columna Economía para todos en este mismo diario, me dio una guía de lineamientos que limaron un poco de la ferocidad con la que llegaba, hambriento de opinar. Eso me aportó balance, que luego condujo a un valor alto y apreciado: la objetividad. A no perderla, a pesar de aquel agobio por la inmediatez con la que a veces se escribe.

De mi tío, comparto un consejo sabio para esta pública tarea, de alcance masivo y donde luego de publicar, lo dicho no se puede borrar. Me dijo algo que parafraseo así: “Si llega el momento de que vayas a hacer una crítica, hazla de manera que puedas luego discutirla, platicarla, con la persona involucrada, alrededor de una mesa con una taza de café”. Ese solo consejo dio otro talante a mi columna, tan proclive a los encontronazos, por un medio lleno de malos políticos, muchos de ellos, además, irreflexivos. La mesura no es merecida por ellos. Pero buena parte de la subsistencia de la columna se la debo, sin duda, a ese consejo.

Otra guía la encontré en las enseñanzas del columnista del New York Times, Thomas Friedman. Él comparte que la columna de opinión, para ser considerada como tal, debe provocar una reacción en quien la lee. Da una lista de diez reacciones válidas para que la columna logre su cometido. Entre ellas: informar sobre algo desconocido por el lector; o dar nuevas perspectivas a algo que sí conocía antes; o recolectar un sentimiento colectivo y resumirlo en las cuartillas; o, incluso, provocar emociones alrededor de algún tema sensible. Sus consejos se pueden encontrar en YouTube, bajo: Lessons Learned After 20 Years of Writing Columns.

En fin, formas de escribir columnas habrá tantas como también lo hay propósitos para escribirlas. Conocido es que, con ellas, muchos no buscan precisamente la objetividad, sino, más bien, empujar agendas personales o gremiales. Pero me gusta pensar que un fin de la opinión —más que dictar sentencias y enseñanzas— es provocar pensamiento. Así, muchas veces, es más interesante una pieza que aporta datos objetivos y que motiva a que el lector logre sus propias conclusiones. Este aprendizaje, recogido de mi fino y profundo papá. Aportes, más que consejos, que aquí comparto para crecimiento de una noble tarea que, espero, no se extinga nunca.

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.