La buena noticia

¿A qué ha venido Jesús?

Jesús vino para enseñar el camino de la vida que dura para siempre.

El milagro de Jesús más frecuentemente atestado en los evangelios es el de la multiplicación de los panes y los peces para saciar el hambre de una multitud.  Todos los evangelios lo reportan y dos de ellos, dos veces.  Pero en el evangelio según san Juan, el milagro da lugar a una larga enseñanza de Jesús sobre su persona y su misión.  En el mes de agosto de este año, en la liturgia dominical de la iglesia católica, se leerán pasajes de ese discurso de Jesús.

Se pueden multiplicar los casos en que se valora a Jesús por razones ajenas a su misión.

El milagro tuvo lugar del lado oriental del lago de Galilea, frente a la ciudad de Cafarnaúm, situada en la ribera occidental.  La gente que comió los panes y los peces multiplicados por Jesús no se percató del momento en que él volvió a Cafarnaúm.  Al encontrarlo al día siguiente le expresaron su inquietud, pues lo estaban buscando.  Y esta búsqueda es la que motiva la enseñanza de Jesús.  Pues él les reprocha que lo buscan por las razones equivocadas.  La gente lo busca no porque tenga interés en descubrir el significado del portento que realizó, sino simplemente para ver si por segunda vez Jesús hace el milagro y tienen otro almuerzo gratis.  “Yo les aseguro que ustedes me andan buscando no por haber visto señales milagrosas, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse”.

Esta es una sentencia de Jesús cuyo alcance es más profundo de lo que parece.  Es una declaración que compele al discernimiento.  ¿Coincide el interés de los que buscan a Jesús con el propósito de su misión?  ¿Buscan en Jesús principalmente lo que él vino especialmente a ofrecer?  En el caso del relato, la gente iba tras Jesús para ver si les daba de comer gratuitamente otra vez, pero la razón principal, el motivo último y la intención de fondo de Jesús al realizar el portento fue la de mostrar que él era el enviado de Dios para ofrecer vida eterna.  Debían buscarlo para creer en él y seguir su doctrina.

Todavía hoy hay quienes aceptan a Jesús por razones insuficientes o equivocadas.  Pongo un solo ejemplo.  Algunos que niegan que Jesús sea Dios, lo admiran como maestro de moral; porque enseñó a valorar al prójimo sin distinción de rango, de apariencia o de origen; enseñó a amar a los enemigos; a compartir con el que tiene menos.  Son mandamientos nobles, que suscitan la admiración, incluso si uno no tiene el propósito de asumirlos en su propia conducta.  Pero, ¿vino el Hijo de Dios desde el cielo a este mundo para enseñar el amor mutuo?  Ciertamente Jesús enseñó todas esas cosas, porque él es también un maestro de moral; pero esa no fue la razón principal de su venida a este mundo.  Ese mandamiento ya estaba en las Escrituras judías.  Se pueden multiplicar los casos en que se valora y aprecia a Jesús por razones ajenas a la misión principal que desarrolló en este mundo como Hijo de Dios hecho hombre.

Según sus palabras, Jesús vino para enseñar el camino de la vida con Dios, la vida que dura para siempre.  La enseñanza moral de Jesús está subordinada a ese fin y objetivo de vida.  Uno cercena la misión de Jesús si suprime de ella su dimensión trascendente que orienta la vida humana hacia Dios.  Jesús ofreció “vida plena”, pero esa es la vida del creyente en comunión con Dios de ahora y para siempre.  Él no solo enseñó los mandamientos que guían nuestra libertad, sino que murió en la cruz para sanar la libertad inclinada al mal por el perdón divino.  Además, resucitó de entre los muertos, de modo que la muerte a la que estamos todos sometidos no sea impedimento para que quienes creen en él continúen, más allá de la vida temporal, la comunión con Dios y el gozo de la plenitud en Él.  Seguir a Jesús por razones que suprimen esa finalidad es buscarlo por razones equivocadas o al menos insuficientes.

ESCRITO POR:

Mario Alberto Molina

Arzobispo de Los Altos, en Quetzaltenango. Es doctor en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico. Fue docente y decano de la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar.