MIRADOR

2025: el año de Arévalo

No es que otros lo hicieran o lo hubiesen hecho peor, pasado y futuro en el que no estamos, sino que quienes ejercen el poder no dan los resultados mínimos esperados.

Después de un año vacío, desierto, fútil, con alta desesperanza y frustración, debería llegar algo mejor, aunque siempre podemos caer más bajo. Las políticas públicas esperadas no llegaron, y reparar el hundimiento en la autopista de Palín o arreglar el famoso puente de Nahualate son quimeras. Los únicos pilares reforzados han sido las excusas, a pesar del incremento presupuestario de Q15 mil millones. No es mi opinión, sino la suma de entrevistas que hicimos en radio ConCriterio, en las que se destacaron positiva, pero únicamente, el remozamiento de las escuelas, una lavada de cara que no acomete los problemas de fondo, aunque menos es nada.

Diez de los 14 ministerios han pasado el año sin pena ni gloria, y de las secretarías tampoco se tienen muchas noticias.

Diez de los 14 ministerios han pasado el año sin pena ni gloria, y de las secretarías tampoco se tienen muchas noticias. La de Seguridad Alimentaria, que debería ser prioritaria, no ha tenido el éxito esperado. Quizá sea muy atrevida esta afirmación, pero ahí la dejo para el debate: “Muchos ministros y secretarios han sido consultores, y desde una oficina propusieron grandes proyectos que no son capaces de implementar”. Lo que me recuerda aquel chiste del consultor que desafió al pastor a que podía adivinar en 10 segundos las ovejas que tenía en el rebaño. Cuando acertó y eligió una de ellas como premio, el pastor le dijo: “Yo sé que usted es consultor por tres razones; la primera, porque ha venido sin que nadie lo llame; la segunda, porque no me ha dicho nada que ya no supiera; y la tercera porque, en lugar de llevarse una oveja, se confundió y se llevó al perro”.

Nos gobiernan demasiados técnicos, consultores y asesores que nunca implementaron un proyecto y se quedaron en el diseño del ciclo de las políticas públicas, y mucho diputado que no ha trabajado en su vida y desconoce lo que es la gestión empresarial. Al presidente, uno más de esos “especialistas”, le ocurre lo mismo, y los resultados quedan a la vista. No es que otros lo hicieran o lo hubiesen hecho peor, pasado y futuro en el que no estamos, sino que quienes ejercen el poder no dan los resultados mínimos esperados.

Y aunque “la esperanza es el arte de encontrar luz en los rincones más oscuros”, además de ser lo último que se pierde, hay un límite en la capacidad de aguante del ser humano, especialmente cuando partió de las altas expectativas que generó esta administración.

El año próximo es el único que queda para mostrar algo perceptible, y quizá ni siquiera los 12 meses. Tienen el mayor prepuesto histórico, la más baja popularidad presidencial, y un país hundido en todas las áreas de gobierno, por lo que no debería ser muy difícil lograr algo. Otros políticos —Milei es el mejor ejemplo, además de Bukele— lograron —guste o no— cambios significativos en sus países durante el primer año de gobierno. Contaban con un plan, que es lo que aquí no hubo, además de objetivos claros, horizonte a donde llegar, ideas, capacidad, voluntad y coraje.

Nada será peor que el fracaso de este gobierno, porque disipará las pocas esperanzas que quedan y abrirá las puertas a un modelo de corrupción más sofisticado y extendido. Hay que dejar las excusas a un lado, porque sabían lo que había, en qué se metían, y no se justifica hablar de problemas y obstáculos, cuando deberían haber llegado al Gobierno con soluciones.

En esto de las segundas oportunidades hay dos visiones: la de quienes creen en ellas y otros que consideran que darle una segunda a alguien es como darle otra bala porque la primera no lo mató.

En cualquier caso, muy feliz Navidad.

ESCRITO POR:

Pedro Trujillo

Doctor en Paz y Seguridad Internacional. Profesor universitario y analista en medios de comunicación sobre temas de política, relaciones internacionales y seguridad y defensa.

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