CATALEJO
Columnas de prensa no son esfuerzo inútil
Durante una conversación sostenida con algunos amigos hace dos semanas, uno de ellos dijo una frase: “las columnas y editoriales de prensa, así como los programas televisados y radiales para analizar la situación del país, en realidad son un esfuerzo inútil. Nadie les hace caso”. Cuando yo escucho opiniones diametralmente opuestas a la mía, tengo la costumbre de analizarlas, con el fin de sostener mis criterios o cambiarlos parcial o totalmente. El primer punto de mi análisis se refirió a cuál es el o los objetivos de escribirlas y publicarlas. Puedo mencionar, conforme van llegando a mi mente: una dosis de vanidad, o de deseo de darle al lector o al escucha criterios para permitirle igualmente afianzar o cambiar total o parcialmente los propios.
En un país como Guatemala, donde el nivel de analfabetismo es muy real, funcional o intelectual, las columnas periodísticas y, en general el trabajo de los analistas, tiene un público porcentualmente pequeño al compararlo con el total de la población adulta del país. Por esa causa constituye, en realidad, una élite. Me refiero, sobre todo a a los trabajos de quienes tienen como fin hablar en serio de un tema serio. Una dificultad adicional lo constituye el poco espacio disponible en la prensa escrita, así como del tiempo en la prensa audiovisual, porque se deben explicar las teorías y los temas, de cualquier clase, con criterios y explicaciones fáciles de entender a un público no especializado y muchas veces con poco interés en conocer complejidades.
El lenguaje puede ser una barrera. Hay diferencia entre la forma de hablar y de escribir, como durante décadas ha sido comprobado por numerosos estudios. Además, el empleo del idioma es diverso según cada escritor utilice términos más o menos comunes. Los especialistas, cuando escriben, tienen la tendencia a usar su lenguaje técnico. Ejemplo: abogados, ingenieros, etc., y de este grupo posiblemente los filósofos están en la cima. El gran reto del artículo periodístico de opinión o de explicación técnica constituye precisamente en cómo aterrizar los significados. Y en el campo de la política y de la economía, ese trabajo es especialmente difícil, sobre todo como consecuencia de la interpretación de los textos escritos y de lo expresado oralmente
Las columnas y editoriales tienen una característica común: son consideradas por algunos como verdades escritas en mármol. No es así. Dependen de los puntos de vista personales del escritor. Sin embargo, el público espera un cierto intento de balance, no una defensa o ataque ciegos contra toda idea distinta y especialmente contra quien piensa de otra forma. Es una falacia de lógica conocida como “argumentum ad hominem” es decir argumentar contra la persona, no sus ideas. Por eso, quien insulta a los demás por tener otros criterios, debilita mortalmente los suyos. Ese ralo ambiente rodea a los editorialistas, columnistas y analistas y es ese campo donde no pueden evitar la realización de su tarea, cuyos efectos, a pesar de todo, tienen la posibilidad de ser positivos.
Es posible señalar también a las columnas y editoriales como trabajos dirigidos a influir positivamente en quienes a su vez tienen la posibilidad de hacerlo con otros. Esto es válido porque presupone la intención de compartir con el público criterios derivados de la experiencia del ejercicio del periodismo serio o del conocimiento de temas técnicos. En resumen, el criterio de criticarlas porque “nadie les hace caso”, tiene, en sí mismo, el error de no tener claro a cuántas personas están dirigidas. Tampoco se debe caer en la equivocación de considerarlas omnipotentes. Deben enfrentarse al criterio ya existente de cada persona, o de muchas. Y, sobre todo, ponen en el tablero nacional los temas en realidad más importantes en el ejercicio político de la vida pública.