LA BUENA NOTICIA
Colonialismo ideológico
El siglo veintiuno aún asiste a denuncias de “colonialismo” —entiéndase socioeconómico y político—, al que se acusa de los males pobreza del tercer mundo, por las imposiciones externas su desarrollo y libertad. Denuncias que proceden de grupos llamados “de izquierda”, nacidos luego de la caída del muro de Berlín (1989) para “llenar el vacío” de la influencia del comunismo mundial (Ortiz, L. “Desafíos para una renovada pastoral social en la perspectiva de la misión universal” Perú, 2008).
Pero dichos grupos ni aluden ni denuncian a otro “neocolonialismo” que procede de instituciones diversas, como las mismas Naciones Unidas o el Parlamento Europeo —y últimamente más cerca, da pena decirlo, la Corte Interamericana de Derechos Humanos— que mediante sofisticadas “oficinas de ayuda” —salud, desarrollo democrático—, etc. o bien en formas directas de ataque contra el cristianismo, cabalgan en centros legislativos y espacios culturales mezclando astutamente los “derechos humanos” con las propuestas ideológicas contra la familia y la antropología auténtica (cf. Espino, M., en La Prensa, 16 de Mayo 2007). Es la “colonización a través de la ideología de género” que señalan con preocupación tanto el Papa Francisco (Polonia, 20 agosto 2015), como tantos obispos y profesionales del derecho y de la medicina. Ante todo —vale repetirlo— una ideología es una “verdad aparente”, pero sin fundamento científico: como la del nazismo que afirmaba que “algunas razas son superiores a otras” —sin poder demostrarlo, claro— y que dio origen al genocidio del pueblo judío “hasta con leyes a favor”.
En el caso de la ideología del “gender” se sostiene que las diferencias entre hombre y mujer —a pesar de las diferencias anatómicas demostradas por la ciencia más elemental— corresponden a “construcciones culturales impuestas”. Y proponen la “liberación total” del hombre en la deconstrucción del lenguaje —no puede hablarse de esposo o esposa, sino de “pareja”, o de sexo, sino precisamente de “géneros”, al menos de veinte o treinta “variedades”, unas de ellas el LGTB—. Dicha ideología ataca la familia formada por varón y mujer, llamándola “la forma tradicional” —por lo tanto represiva— junto a otras “formas de familia homosexual”, etc. Lo peor: tienen la pretensión de que haya leyes, educación, cultura y hasta religión sin “homofobia” —otra astuta nomenclatura para atacar la visión científicamente fundada de varón y mujer—, etc. A la urgencia, no de condenar, sino de acompañar e iluminar con denuncia pero también con anuncio de la verdad sobre la persona humana, corresponde la Instrucción Pastoral Colectiva de la Conferencia Episcopal de Guatemala “La Verdad los hará libres” (cf. Juan 8,32), emanada apenas el 19 de enero pasado (Visite: www.iglesiacatolica.org.gt). ¿Por qué la Iglesia católica enfoca este tema? ¿No se evaden otros como la corrupción, ingobernabilidad, crimen organizado, etc? Es que a las muchas e innegables pobrezas en Guatemala tanto mencionadas, se quiere evitar esta otra “que llama derecho a una visión antinatural, subjetiva”, que atropella esta tierra multicultural, pero que se presenta como “desarrollo democrático”. Dispuesta a acompañar como el Señor en el camino a Emaús a toda persona en la vivencia de su afectividad —sea cual sea—, pero sin apartarse de la verdad, la CEG ofrece este amplio instrumento de estudio, de diálogo, de encuentro, sabiendo, sin embargo, que “si la verdad es un camino ancho y hermoso, el problema es que el hombre no siempre quiere recorrerlo” (Confucio, 551-479 a.C.).
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