CON OTRA MIRADA

Celso Lara, personaje real

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En medio de la convulsión social y política que padecemos, en la que la dignidad, la decencia y la honorabilidad dejaron de ser moneda corriente, la cultura y sus manifestaciones hacen la diferencia gracias a quienes son sus creadores, portadores y promotores.

Somos un país rico en tradiciones, leyendas y costumbres que conocimos por su transmisión verbal. Ante la destrucción de Santiago de Guatemala en 1773, el Capitán General ordenó su traslado al Valle de la Ermita, hecho consumado el 2 de enero de 1776, cuando las autoridades del Cabildo celebraron su primer sesión en el área de la Parroquia Vieja, donde se asentaron, habiendo traído sus títulos y escudo real. La ciudad se llamó Nueva Guatemala de la Asunción.

Los vecinos cargaron con materiales de construcción y elementos arquitectónicos extraídos de sus casas para construir su nuevo hogar. Ante el arraigo religioso-cultural, trasladaron también las imágenes de sus parroquias, así como la costumbre de sacarlas en procesión cuando era necesario rogar por el bienestar de la comunidad y, por supuesto, cada Semana Santa, para conmemorar la vida, pasión y muerte de Jesús.

Sin que nadie en particular se ocupara, las tradiciones orales se filtraron entre los bártulos de los migrantes, asentándose junto a ellos en los diferentes barrios. La ciudad creció poco. El siglo XX trajo ensanchamientos urbanos: la Avenida de La Reforma, parque La Aurora y aeropuerto. Hacia los años 50 se ampliaron la sexta y séptima avenidas, creándose las zonas 4, 9 y 10, a donde los habitantes de la ciudad fundacional migraron nuevamente, perdiéndose el vínculo con las tradiciones de la ciudad colonial.

En ese contexto, un joven estudiante apasionado por la música que le oía tocar a su padre y los cuentos con que lo entretuvieron de niño, empezó a tomar nota y recopilar aquellas historias que lo llevaron a recorrer la región entera y descubrir su importancia, cuán diseminadas estaban, así como sus matices según la comunidad que visitaba.

El Sombrerón, también llamado Tzitzimite, es un personaje mítico de las leyendas guatemaltecas que Celso Lara registró. Lo representa como un chaparro cubierto con un gran sombrero, viaja en una mula cargada de carbón, porta guitarra y lleva serenata a las mujeres de pelo largo que le gustan; al trenzarlo, pasan a formar parte de las almas perdidas.

Reconocido nacional e internacionalmente por el valioso registro de esas traiciones orales, así como por su producción musical y amplias publicaciones, Celso pasó a ser un personaje real e indispensable de la cultura nacional.

Sus compañeros de colegio, amigos y admiradores solicitamos al ministro de Cultura reconocer su valía, por lo que el pasado jueves 9 de febrero quedó inmortalizado en los anales de nuestra historia, al conferírsele la Orden del Quetzal en el grado de Gran Cruz. Acto a cargo de los ministros de Relaciones Exteriores y de Cultura y Deportes, llevado a cabo en el Salón Banderas del Palacio Nacional. Con eso el Estado se honra, honrando a un hijo, entre los más ilustres y connotados.

jmmaganajuarez@gmail.com

ESCRITO POR:

José María Magaña

Arquitecto -USAC- / Conservador de Arquitectura -ICCROM-. Residente restauración Catedral Metropolitana y segundo Conservador de La Antigua Guatemala. Cofundador de la figura legal del Centro Histórico de Guatemala.

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