CATALEJO
Campaña negra, Clinton y Trump
ESTA SEMANA SE SUPO en Estados Unidos y en el resto del mundo sobre el empleo de medios informativos inexistentes para divulgar mentiras durante la campaña electoral, en contra de la aspirante demócrata Hillary Clinton. El asunto ha llegado al punto de provocar publicaciones en diarios de la importancia del New York Times y por ello se puede llegar a una conclusión muy fácil en sociedades de países del Tercer Mundo: las campañas negras son parte de paisaje de la lucha electoral, esta vez con el elemento novedoso de hacerlo por medio de las redes sociales y con ello asegurar efectividad y alcance mundial al llegar a una audiencia con ansias de creer cualquier cosa, muchas veces sin darse cuenta de ser manipulada o abiertamente engañada.
LAS EMPRESAS COMO FACEBOOK y otras similares están comenzando a tomar en serio la muy real posibilidad de convertirse en involuntarios transmisores de rumores malintencionados con propósitos políticos. A mí me parece increíble la inocencia —digámoslo así, para no ser calificados de mal pensados— de quienes no tomaron eso en cuenta y por ello dejaron abierta la posibilidad de que cualquier persona divulgue cualquier cosa. Esa misma suspicacia se presenta en el caso de ese inocente director del FBI, para quien informar una semana antes de la elección, acerca de posibles investigaciones sobre mensajes enviados por la candidata demócrata no evidenciaban un interés en su contra. Son dos casos distintos de efectos similares.
YA NO SE PUEDE HACER nada para revertir el efecto de las publicaciones. Pero entonces se deben tomar medidas no sólo por las empresas difusoras de mensajes, sino también por otros sectores, con el fin de expresar al mundo, literalmente, de la posibilidad, casi de la certeza, acerca de la falsedad de cualquier tipo de información proveniente de sitios desconocidos. Esto implica reforzar ante los receptores de noticias o cualquier otro tipo de afirmaciones, el valor del trabajo realizado por la prensa profesional, los grandes nombres. Incluso medios informativos de existencia reducida a las redes sociales, tienen en su contra el hecho de carecer en demasiados casos de un lugar geográfico conocido, porque la tecnología lo hace innecesario.
LA DIVULGACIÓN INSTANTÁNEA y mundial de los mensajes se vuelve un riesgo latente sobre todo en el caso de comunicar ideas políticas. Los candidatos o funcionarios beneficiados con los efectos de esas falsedades, sólo harán algo por contrarrestarlas cuando los afecte. Pero el interés del público de cualquier país indudablemente es superior y por ello son obligatorias las normas. Para quienes consideran exageradas estas reflexiones, se les debe recordar otro de los factores más preocupantes de este tema: la capacidad ahora casi innata de los niños y adolescentes para el manejo de la tecnología actual, pero además la indudable credibilidad de esa actual generación en lo expresado por medio de redes sociales manipulables y engañosas.
LO OCURRIDO EN LA ELECCIÓN estadounidense se convirtió en el primer caso de un posible cambio de resultados políticos con consecuencias muy serias y hasta potencialmente catastróficas. La democracia, un buen sistema a pesar de sus múltiples defectos, pende de un hilo. Ya está suficientemente afectada porque la falta de educación y de suspicacia de los electores se convierten en el germen de su propia destrucción. Ahora es urgente analizar situaciones similares en las elecciones próximas de cualquier otro país, porque la tecnología está al alcance de cualquiera. El cortoplacismo en el análisis en estos casos tendría efectos terribles, al darle carta de ciudadanía a la entronización de la mentira malintencionada como útil arma política.