EDITORIAL
Cambio de cultura
Existen muchas facetas en la vida de los guatemaltecos que necesitan una profunda transformación. El crecimiento desordenado, la generalizada falta de respeto a las normas y el descontrol en hábitos de consumo se han traducido en una creciente amenaza para la existencia misma.
Esta semana, el Congreso volvió a poner sobre la mesa un tema de mucha trascendencia, al someter de nuevo a discusión una ley para normar el uso de un determinado tipo de plástico, regulación que a primera vista parece estar muy aislada respecto de la problemática, pues el consumo de ese material está muy generalizado y en consecuencia su discusión debe ser mucho más amplia.
Esa es la principal carencia de la iniciativa que se tramita en el Legislativo, que pretende normar el uso del plástico en una sola de sus presentaciones, como es el que se utiliza para la fabricación de envases para líquidos, cuando el problema es mucho mayor y amerita una discusión más extensa en la que deben participar todos los sectores involucrados y aún expertos en la materia.
De hecho, los legisladores debieran atender lo que han hecho varios países latinoamericanos en los cuales ya se han actualizado leyes para atender el problema de manera racional, porque tampoco es de sencilla solución, mucho menos que esto pueda legislarse por partes, como lo plantea una iniciativa tan específica. Puesto que la problemática es mucho mayor, no debe circunscribirse a las reiteradas posturas prohibicionistas, salvo que sean otras las intenciones de los diputados.
El uso de plástico está demasiado extendido en el mundo, y por eso es que varias naciones hacen esfuerzos por buscar alternativas para su empleo, pero también se buscan cambios de hábitos en los consumidores y fabricantes, para hacer menos pernicioso el uso de un material de difícil desaparición y de enorme contaminación.
Una de las primeras tareas en la que deberían hacerse grandes esfuerzos es frenar la contaminación de fuentes de agua, porque eso es un síntoma preocupante de mala educación y de poca conciencia sobre el impacto que tienen esos desechos sobre otros ecosistemas, como ocurre con el río Motagua, que se ha convertido en el mayor reflejo de la irresponsabilidad con el entorno.
Sobre esto y lo que ocurre con muchos otros caudales, se debe empezar a crear mayor conciencia respecto del enorme daño que ese material puede provocar en otras especies, y en esto deben representar un papel primordial los alcaldes en cuyas localidades hay manantiales convertidos en vertederos de toneladas de esos desechos.
Ni siquiera el manejo de la basura ha tenido la debida atención por parte de las autoridades ediles del país, pues pese a que varios alcaldes llevan años al frente de esos cargos han sido incapaces siquiera de actualizar procedimientos para la administración de los despojos, como se hace en otros países, y esto podría empezar por las calles citadinas, donde deberían existir suficientes recipientes para distintos tipos de desperdicios, pero esto tampoco se hace porque ha sido más rentable estimular el clientelismo.