ENCRUCIJADA
Brasil en la encrucijada
Lo más probable es que en pocas semanas, una vez terminadas las Olimpiadas en Río, el Senado brasileño juzgará a Dilma Rousseff y determinará si debe dejar la presidencia de manera permanente o si puede volver a asumir el cargo. Es un juicio político y no un juicio por corrupción. A Dilma se le acusa de haber ocultado el verdadero tamaño del déficit fiscal como consecuencia de acudir a bancos estatales para cubrir ciertos gastos públicos, sin que ello se hubiera reportado inmediatamente. Ha sido una práctica contable común de gobiernos pasados, que se toleraba y que luego se corregía. Pero escuchas telefónicas han demostrado que políticos contrarios a Dilma decidieron denunciar esta práctica como algo ilegal, con el propósito de obligarla a renunciar. Se le ha solicitado un informe al poder judicial pero la decisión será tomada por políticos y no por jueces.
Pero, ¿por qué se volvió tan impopular Dilma? ¿Qué le permitió a la mayoría de parlamentarios sujetarla a juicio y obligarla a renunciar transitoriamente? Varias son las razones.
Primero, los propios políticos que denunciaron a Dilma querían detener la investigación y juicio de un conjunto de actos de corrupción en los cuales varios estaban involucrados, y que se conoce como “Lava Jato” (car wash). Acusar a Dilma conducía a desviar la atención de estos actos corruptos.
Segundo, el Partido de los Trabajadores, cuyo candidato fue Dilma, estuvo involucrado en hechos de corrupción. Dilma está pagando por ello aun cuando no se ha demostrado que estuviera involucrada en esa corrupción. La corrupción del PT provocó un rechazo absoluto entre muchos ciudadanos que no simpatizaban con el partido y un sentido de traición por parte de los que sí lo apoyaban.
Tercero, después de su elección el gobierno de Dilma asumió políticas que la oposición había recomendado y que eran impopulares. Las políticas no tuvieron éxito y la recesión económica empeoró, con lo cual el descontento social aumentó aún más, estimulado por medios de comunicación contrarios a su gobierno.
¿Cuáles son las consecuencias de lo anterior? Actualmente se cuenta con un gobierno de transición, encabezado por el antiguo vicepresidente, integrante de otro partido con el cual el PT de Dilma Rousseff se había aliado. Lo malo es que el actual gobierno está revirtiendo los logros alcanzados por el Brasil en el pasado. Los gobiernos de Lula y Dilma, ambos del PT, contribuyeron a que la bonanza generada por precios favorables de las materias primas exportadas por Brasil se reflejara en una amplia expansión del empleo formal, con mejoras laborales y salarios mínimos crecientes, complementado con programas sociales ambiciosos. En 2003, cuando Lula fue elegido presidente, el 24% de la población estaba en una situación de pobreza; en 2014 se había reducido al 7%.
Pero el actual gobierno de transición está reduciendo drásticamente la cobertura de programas exitosos como Bolsa Familia, busca impedir el aumento del gasto social, y en vez de garantizar el acceso universal a la educación pretende limitar la cobertura mediante acciones focalizadas. Está poniendo en riesgo grandes avances sociales, lo cual dañaría a los sectores más vulnerables. Sumémosle una menor presencia de Brasil en el escenario internacional y perspectivas económicas inciertas.
El rechazo a la corrupción del PT y de los políticos tradicionales que quieren librarse de Dilma se ha reflejado en un rechazo social a la clase política tradicional. Requerirá, como en Guatemala, la búsqueda de nuevas organizaciones y formas de hacer política.
fuentesknight@yahoo.com