CATALEJO

31 años después de la Constitución

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A QUIENES VIVIMOS TODOS los entretelones previos a las primeras elecciones no manipuladas, en el lejano 1984, nos parece poco el tiempo transcurrido. Los comicios para integrar la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) de ese año se convirtieron en una fiesta cívica, en la cual los guatemaltecos nos acercamos a las urnas para aprovechar la oportunidad de lograr un resultado electoral realmente representativo de la voluntad popular. Era el primer paso del retorno a la democracia, y se veía con gran entusiasmo el fin de los gobiernos militares fraudulentos. La participación fue la mayor de todos los demás procesos electorales, el 73% de los ciudadanos aptos para votar, y comenzó entonces la tarea de redactar la nueva carta magna nacional.

NADIE LO HUBIERA imaginado, pero esa ANC constituyó la última actividad en realidad democrática realizada en el hemiciclo de la novena avenida de la zona uno. Tres partidos políticos con base ideológica e integrados por personas con experiencia en las lides partidistas lograron un balance de poder para darle al texto constitucional una representación de las diversas maneras de pensar en esa época de la Guerra Fría y demás realidades mundiales propias de esta. Por aparte, fue muy positiva la idea de permitir la participación de toda clase de ciudadanos, no solo de constitucionalistas y otras especialidades del Derecho. Para redactar una aceptable y correcta Constitución, solo es necesario tener claro el espíritu de las normas.

AYER SE CUMPLIERON 31 años del primero de junio de 1985, cuando nació a la vida jurídica la Constitución, rectora de las elecciones de ese mismo año, gracias a las cuales comenzó el actual proceso de democracia electoral. En el tiempo de su redacción fueron notables las discusiones entre los diputados, algunas con base y otras no, pero ahora, con el paso del tiempo y las experiencias de cómo se encuentra hoy el Congreso, relumbran al hacer comparaciones necesarias. Por esas causas, el texto constitucional, si no fue perfecto, al menos demostraba vestigios de un interés genuino por el país. Por supuesto, había excepciones, pero lo ocurrido provocó un entusiasmo posteriormente disminuido y totalmente perdido en los momentos actuales.

A LA CONSTITUCIÓN DEL 85 se deben varios avances exitosos, así como fracasos. Entre los primeros se encuentra la libertad de expresión sin cortapisa alguna, al estar protegida por una ley de rango constitucional. Entre las fallas puedo señalar lo demasiado gamonal de las condiciones para crear partidos políticos. Lástima. El tiempo se encargó de matar a los partidos de ese entonces, el Revolucionario, el Movimiento de Liberación Nacional, la Democracia Cristiana y la Unión del Centro Nacional. El resultado de estos dos factores fue terrible: la política activa se convirtió desde entonces en un trabajo de mercaderes, corruptos, gente sin preparación. Todos lo sabemos. Pero fue efecto de la mala catadura humana, no de la Constitución.

AFECTADA POR LAS REFORMAS de 1994, la Constitución ahora está siendo atacada por quienes, al sugerir cambios, sin duda necesarios en muchos casos, no se dan cuenta del riesgo de eliminarla totalmente, porque sería este Congreso, este, el encargado de aprobarlos. Esto significa manoseo, burla, eliminación de beneficios sociales, de forma parecida a lo ocurrido con la Ley Electoral y de Partidos Políticos. Pese a todo, es la Constitución más duradera desde el fin de la dictadura ubiquista, hecho ocurrido hace 72 años, en 1944. Para adaptarla a las nuevas realidades, sería necesario el pacto político intersectorial de consensuar los cambios fuera del Congreso para luego apoyarlas sin cambios en el hemiciclo. Pero mis ojos no lo verán, ni los de nadie.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.

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