La vida le cambió cuando comenzó a sentir debilidad en el lado derecho de su cuerpo.
“Sentía poca fuerza en la mano derecha. Un día un niño en la academia me dijo que le amarrara el zapato y fue difícil. Me costaba quitarme la camisa, era más lento”, asegura el exjugador de Aurora, Amatitlán y Mixco.
La enfermedad
El primer diagnóstico para Bradley, de 35 años, fue un infarto cerebral, pero un segundo examen confirmó las sospechas.
“Viví los mejores años de mi carrera con Comunicaciones. Si uno está con Dios se puede sobreponer a todo. Mi soporte es mi familia. Nada ni nadie me quitará mis sueños”.
“Investigamos en internet y sabíamos lo que venía. La confirmación de la enfermedad fue el 7 de marzo del 2014, dos días después de su cumpleaños”, asegura Glenda de Bradley, su esposa.
“Nunca me quebré, tenía la fortaleza de Dios porque tiene un propósito para mí y mi familia. Esto no es una enfermedad, es un proceso en mi vida”, comenta Luis Wellington.
Sus hijos Brandon, de 12 años, y Halley, de 7, son quienes motivan a Bradley para sobrellevar la enfermedad que los médicos catalogaron como un “loteriazo al revés”, puesto que en su caso no fue hereditario y que la posibilidad de contraerla es de uno en un millón.
“Con la nena hacemos chiste de todo, jugamos y la pasamos bien. El nene como ya se da cuenta me ayuda y es mi bastón, me da su apoyo como hijo”, expresa sonriente.
Luis Bradley combina sus días entre terapias en el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social y sus canchas llamadas Haldon, en Boca del Monte, donde su hermano Wesley, de 18 años, es quien lo apoya en las labores diarias.
“Los lunes, miércoles y viernes recibo terapia por la mañana y en la noche voy a las canchas porque son los torneos. Martes y jueves por la tarde tengo la academia”, comenta.
Sus recuerdos
Bradley integró siete años en Comunicaciones equipo al que llegó en el 2003 procedente de Amatitlán tras recibir el llamado el dirigente Jorge Aparicio. Después de eso pasaron cinco años para que lograra el primero de los dos títulos de liga, además de uno de Copa.
“Sos la mufa —mala suerte— bromeaban conmigo mis compañeros porque pasaron tantos años sin ser campeones. En Comunicaciones pasé los mejores años de mi carrera, sobre todo, porque hice amigos y conocí grandes jugadores”, asegura.
Entre sus recuerdos están su debut internacional con los cremas y su único gol en clásicos —244—.
“Alguien hizo un saque de banda que Tránsito Montepeque peinó con la cabeza, dominé con el muslo derecho y no dejé que la pelota cayera y la metí en el ángulo de la portería de Jaime Penedo”, relata con una sonrisa.
“Mi debut internacional fue en la Concacaf en Estados Unidos. En el hotel, Horacio Cordero —técnico en ese momento— dijo: van en el medio Martín Machón y Luis Bradley, yo no me lo esperaba”, expresa.
Luego de revivir algunos de sus mejores momentos con las fotografías que adornan la sala de su casa, Bradley despidió la visita con la siguiente frase: “Mientras haya vida, hay esperanza. No me cruzo de brazos y nada ni nadie me quitará mis sueños”.