Detrás de este proyecto están los gemelos Mike y Stéphane Saada, de 42 años, exempleados en el mundo de los seguros que no practican el nudismo.
Los tacones, permitidos
En su establecimiento, inaugurado a principios de este mes, el cliente deja la ropa – y el teléfono móvil -, en el guardarropa y se queda solamente con las zapatillas que proporciona la casa, excepto las mujeres que prefieren dejarse puestos los tacones.
“Nuestro cometido es que se sientan cómodos: cuando entran en la sala, se les acompaña hasta la mesa, y se les asegura que no les está mirando todo el mundo”, afirma.
En el comedor de paredes azules, las sillas están cubiertas de fundas negras, “de uso único”. Los dos gerentes sirven las mesas vestidos, como obliga la ley.
En una de las veinte mesas, están cenando varios adherentes de la Federación Francesa de Nudismo: su presidente, Yves Leclerc, afirma: “Estamos en pleno centro de París comiendo desnudos, es un poco surrealista”.
“Es como estar de vacaciones, pero mejor”, añade.
¡Buen provecho al desnudo!
Cinco hombres se sientan entre risas, antes de ponerse a leer el menú, a US$57 dólares.
Entre ellos, Alexandre, un bombero de 21 años, considera que se trata de un lugar “serio, íntimo”. “Claramente, estamos entre gente decente”. Antes de entrar en el restaurante, un transeúnte le lanzó “¡Buen provecho al desnudo!”.
“No porque haya nudismo hay sexualidad”, agrega Mike.
En septiembre, París dispuso por primera vez durante una semanas de un espacio nudista en un bosque del este de la capital, que cuenta además con una piscina que propone a los adeptos de esta práctica unos horarios específicos para que naden sin bañador.