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Burros de miranda se convierten en terapeutas para poder sobrevivir

En el extremo noreste de Portugal, donde hay unos tres ancianos por cada joven, el descenso de la agricultura ha dejado sin ocupación a la variedad autóctona de asno, el burro mirandés, ahora en peligro de extinción.

Por ello, en las conclusiones de su tesis, el veterinario Miguel Quaresma esboza propuestas originales para que el burro mirandés tenga nuevas ocupaciones que ayuden a su supervivencia y que van desde la de guarda forestal hasta la de mascota de personas mayores, pasando incluso por la de terapeuta de niños y adolescentes con problemas.

De acuerdo con su estudio, publicado y difundido este verano por la Universidad de Tras-Os-Montes y Alto Duero, hay una población de unas 500 hembras de burro mirandés, buena parte de ellas de edad muy avanzada, lo que es suficiente como para considerar amenazada a la especie aunque no en peligro crítico.

“El burro forma parte del paisaje tradicional de Miranda”, explica a EFE Quaresma, quien cuenta que esta raza autóctona ha sido importante para la implantación de la población humana en esa zona ya que ha contribuido a hacer la agricultura sostenible, soportando el frío extremo del invierno y las altas temperaturas del verano.

 

“Son animales dóciles y sociales, que hacen mucha compañía a las personas mayores”, dice el veterinario, que añade que cuando los ancianos desisten del cuidado de sus burros se vuelven más sedentarios, lo que les genera problemas de salud.

Según Quaresma, la edad media de los propietarios de estos animales, utilizados tradicionalmente en agricultura y transporte, es de 68 años.

De acuerdo con los últimos datos disponibles del Instituto Nacional de Estadística luso (INE), tanto en Miranda de Duero como en todos los municipios a su alrededor -y la mayoría de los del noreste de Portugal- el índice de envejecimiento está muy por encima de la media del país.

En concreto, por cada 100 niños de 0 a 14 años hay más de 225 mayores de 65 años, frente a los 136 de media en Portugal y 118 en la Unión Europea.

 

Se trata de localidades incluidas además en la lista de territorios de baja densidad poblacional, elaboradas por un comité interministerial denominado Portugal 2020 que afronta la crisis demográfica del país.

Por este motivo, uno de los posibles nuevos usos para el burro mirandés podría ser como guarda forestal ya que, según Quaresma, el abandono de zonas de pastoreo hace a la región muy vulnerable ante los incendios.

“Los burros y las cabras tienen un apetito natural selectivo por los rastrojos, por lo que se pueden usar para limpieza de matas y bosque, como pastoreo selectivo”, indica.

Adaptándose a las nuevas características económicas y sectoriales de Portugal, Quaresma cree que el burro mirandés también podría utilizarse como mascota o en actividades turísticas como paseos montados para niños, “siempre sin intensificar y teniendo en cuenta el bienestar animal”, puntualiza.

Ese es el mismo principio que, según él, debería guiar un posible uso para producción de leche de burra, un producto muy apreciado para la elaboración de productos cosméticos y antienvejecimiento.

Conservación de la especie

El veterinario plantea también la importancia de la llamada “asnoterapia”, una forma de terapia mediada para niños y adolescentes con discapacidad o problemas de socialización en la que interactúan, cuidan o montan en burro, animales idóneos para esta actividad por ser tan mansos.

Estas “profesiones” aún no están lo suficientemente desarrolladas como para que los propietarios de edad avanzada tengan incentivos para hacer que sus animales se reproduzcan y dedicarse a la cría, cuenta Quaresma.

Hacen falta 200 nacimientos por año para que el asno mirandés deje de estar en peligro, hasta hacer que la población se acerque a los 1 mil ejemplares, pero esas cifras aún están lejos de la realidad, añade.

Mientras tanto, el burro mirandés se podrá sumar a la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales (IUCN por sus siglas en inglés).

Según esta organización, 31 animales de la Península Ibérica están en riesgo de extinción y 15 en riesgo crítico.