Electo presidente por primera vez a fines de 1998, el carismático Hugo Chávez consagró la mayor parte de sus esfuerzos -hasta su muerte en el 2013- a construir un bloque latinoamericano liberado de la influencia de Estados Unidos, una estrategia que ha intentado mantener sin éxito su heredero político Nicolás Maduro.
Chávez, cuya victoria tuvo un efecto dominó y fue la primera de una serie de triunfos electorales de la izquierda latinoamericana, combinaba inflamados discursos con una política de venta de petróleo -Venezuela tiene las mayores reservas del planeta- a condiciones preferenciales a sus socios de la región.
Esa actitud le valió el reconocimiento de naciones del Caribe, especialmente de Cuba, pero también de Nicaragua y Uruguay, por ejemplo, además del respaldo de los pesos pesados de Sudamérica: el Brasil de Lula y Dilma Rousseff, y la Argentina de Néstor y Cristina Fernández.
La diplomacia del petróleo está íntimamente vinculada a la versión del socialismo del siglo XXI que se pretendió crear con el Alba (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) y Petrocaribe, pero el liderazgo allí también es cada vez menor, coinciden expertos.
“Los recursos venezolanos ayudaron a pagar la deuda argentina, a incentivar la industria boliviana, a mantener la subvención de la energía cubana y en el poder a Daniel Ortega en Nicaragua. Pero indudablemente esos fondos no eran inagotables y respondían a un esquema de política que ya fracasó” , afirmó Roger Guevara, experto en relaciones internacionales.
A ello se suma el factor personal. “No tienen punto de comparación. Maduro no tiene el liderazgo ni el carisma de Chávez, ni la procedencia de las filas del ejército, ni la identificación popular que Maduro nunca ha tenido” , apuntó Guevara, exembajador de Nicaragua en Venezuela (1998-2000) .
– Distanciamiento internacional –
Electo en 2013, poco después de la muerte de su mentor, Maduro ha tenido también menos margen de maniobra en un panorama político regional modificado por el acercamiento entre Cuba -tradicional aliado de Caracas- y Estados Unidos en 2014, y por virajes electorales en la región.
“Maduro tiene un ambiente regional que se ha ido haciendo cada vez más difícil, más cerrado” , opinó la analista venezolana Elsa Cardozo, profesora de relaciones internacionales de la Universidad Simón Bolívar.
Un signo revelador de esta nueva distancia es lo sucedido tras la condena, en septiembre, a 14 años de prisión del opositor radical Leopoldo López, por incitación a la violencia durante protestas en 2014 que dejaron 43 muertos.
“El gobierno cometió un error: deterioró su capacidad de relación con la comunidad internacional, incluso con algunos aliados, por esa mancha negra o gris que representa un juicio a todas luces inadecuado, sin soporte jurídico real y no potable para nadie en el mundo democrático” , dijo a la AFP el analista Luis Vicente León, presidente de la firma Datanálisis.
Los gobiernos de Perú y Costa Rica criticaron ese fallo, al igual que la Corte Suprema de Justicia de Chile.
El debilitamiento diplomático de Caracas “estimula a los líderes regionales a manifestar en voz alta su oposición (al gobierno de Maduro) en ciertos temas” , subraya Smilde.
Para este analista se trata de algo positivo, al constituir una advertencia “al gobierno y al Consejo Electoral (de Venezuela) de que la región los está observando y ya no podrán contar con su respaldo si hay problemas con las elecciones” legislativas.
Venezuela ya no podrá tampoco apoyarse en Brasil, cuya presidenta Dilma Rousseff concentra toda su atención en la muy frágil situación interna, ni en Argentina, que acaba de girar a la derecha con el triunfo del empresario liberal Mauricio Macri sobre el kirchnerismo.
Apenas se conoció su victoria, Macri, quien en campaña envió múltiples mensajes de respaldo a López y a otros presos venezolanos, anunció que pedirá en la cumbre del Mercosur, el 21 de diciembre, la suspensión de Venezuela en virtud de la “cláusula democrática” que contempla el estatuto del bloque de integración.