El gobierno de Donald Trump “ha tomado acciones fuertes sobre Venezuela y vendrán más. Estados Unidos no se sentará sin hacer nada mientras Venezuela se desmorona”, advirtió.
Mientras, el Grupo de Lima -integrado por Canadá y 13 países latinoamericanos- llamó a consultas a sus embajadores en Caracas, acordó “reducir el nivel de las relaciones diplomáticas” y actuar para bloquear fondos internacionales a Venezuela.
Ese bloque, Estados Unidos y la Unión Europea (UE) habían adelantado que desconocerían los resultados apoyando a la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que boicoteó los comicios por considerarlos una “farsa” para perpetuar a Maduro en el poder.
En contraste, el presidente ruso, Vladimir Putin, felicitó a Maduro, sumándose a sus aliados Bolivia, Cuba, China y El Salvador que pidieron respetar los resultados.
Maduro, de 55 años, tuvo 68 por ciento de sufragios contra 21 por ciento del exchavista Henri Falcón, quien consideró el proceso “ilegítimo” y pidió repetir la votación, acusando al gobierno de “compra de votos” y “chantaje” con los programas sociales.
“Quedó en evidencia que no hay sustento popular y que perdió legitimidad”, dijo el diputado opositor José Manuel Olivares.
La abstención alcanzó un récord de 54 por ciento, y Maduro, reelegido por seis años, perdió poco más de un millón de votos frente a su elección en el 2013.
“Los escenarios están cantados: tensión política, radicalización, represión, desconocimiento internacional masivo, agudización de las sanciones y clímax de la crisis económica”, aseguró el analista Luis Vicente León.
“No me alcanza para nada”
Venezuela sufre la peor crisis de su historia reciente: el FMI estima la caída del PIB en 15 por ciento y la hiperinflación en 13 mil 800 por ciento para el 2018. Su producción de crudo cayó al peor nivel en 30 años.
Los venezolanos soportan la falta de comida y medicinas, el alto costo de vida con un ingreso mínimo que solo da para medio kilo de carne, y el éxodo de cientos de miles.
“Mi pensión de vejez no me alcanza para nada. Espero que el gobierno mejore la economía”, dijo este lunes Miguel Medina, de 61 años, a las afueras de una estación del metro de Caracas.
Maduro atribuye la debacle a una “guerra económica de la derecha” aliada con Washington, que ha sancionado a unos 60 jerarcas venezolanos y prohibió a los estadounidenses negociar deuda del país petrolero, en default parcial.
“Me dedicaré por entero a la recuperación de la economía”, prometió Maduro al proclamar su victoria ante miles de seguidores.
Estados Unidos, al que Venezuela vende un tercio de su producción de crudo, amenaza con un embargo petrolero.
Maduro confía en China y Rusia pero “un nuevo gobierno, considerado ilegítimo, no tendrá capacidad de maniobra ni en finanzas internacionales ni en diplomacia”, advirtió el analista Andrés Cañizalez.
– Los demonios internos –
Al proclamar su triunfo, Maduro convocó a un “diálogo”, pero la MUD anunció previamente que aumentará la presión por unas “verdaderas elecciones” este año.
Sin embargo, la oposición está profundamente dividida. Falcón se apartó de la MUD para lanzar su candidatura y no logró quitarse el estigma de “traidor”, que también le cargan del lado del chavismo.
“Falcón no logró ni ganarle a Maduro ni a la MUD. Su desconocimiento de la elección es tardío. Vendrán las recriminaciones mutuas, los intentos por capitalizar la abstención”, aseguró el politólogo Luis Salamanca.
Para los expertos, el desafío de la oposición es reunificarse en torno a “una estrategia” que quiebre al chavismo, en el poder desde hace casi dos décadas.
Una “implosión” representa el “mayor riesgo” de Maduro, si cada vez más funcionarios se sienten acorralados por las sanciones internacionales, opinó León.
Maduro cuenta con la cúpula militar, pero “la crisis es tan severa que puede provocar o una fricción dentro de la alianza cívico-militar o una ruptura social de mayor escala”, advirtió Crisis Group.
El analista Benigno Alarcón consideró que, cercado, el gobierno podría radicalizar su sistema político. En tanto Diego Moya-Ocampos, del IHS Markit (Londres), no descarta nuevas protestas que lleven al gobierno a recurrir a la “represión”.