Dice que hay un “acuerdo común” entre una amplia gama de católicos acerca de la necesidad de ofrecer a los católicos divorciados y vueltos a casar en ceremonia civil un camino a la reconciliación para integrarlos mejor en la vida de la iglesia, pero enfatiza que solo pueden recibir la comunión si se abstienen de las relaciones sexuales.
Agrega que los gays deben ser respetados y acogidos, como requiere el magisterio de la iglesia, pero no avanza más allá.
Las parejas que conviven sin estar casadas no son pecadoras si no candidatas al matrimonio por iglesia.