El juez Arthur Engoron, que desde el inicio de la sesión se había mostrado enfadado por lo que consideraba “discursos” de Trump en lugar de respuestas, escuchó con gesto impasible los comentarios en tono airado del acusado, que estaba sentado a apenas dos metros de él.
“Usted falló contra mí, dijo que era un fraude antes de saber nada de mí”, espetó mirándole directamente, tras lo que sostuvo que “el fraude es el tribunal” porque “no valoró las propiedades correctamente”, y se vanaglorió de haber hecho “un buen trabajo” como presidente de EE.UU..
Trump sacó a colación la valoración de los tasadores públicos del condado de Palm Beach, en Florida, que estimaron que su mansión de Mar-a-Lago se situaba en unos US$18 millones, y aseguró que “vale cientos de millones más y todo el mundo lo sabe”.
Previamente, el expresidente defendió en repetidas ocasiones que los documentos de condición financiera en los que se basa el caso no tienen valor porque incluyen una cláusula que advierte que los datos son subjetivos y alienta a hacer análisis propios y “no apoyarse” en ellos.
Esa cláusula de advertencia “siempre se respeta en los tribunales, excepto por parte de este juez particular”, agregó el acusado, que aseguró que “si hubo un error, no fue material”, pero en todo caso “cualquier error está cubierto por la cláusula”.
Engoron le interrumpió únicamente para invitarle a “aprender sobre la cláusula” leyendo su opinión implícita en el fallo sobre fraude persistente contra Trump y los otros acusados, que quita mérito a ese argumento.
El exmandatario también arremetió contra la fiscal Letitia James, sentada en primera fila del público y que ha recibido numerosos ataques, igual que el juez, a través de las redes sociales y la campaña del favorito republicano para las próximas elecciones; en esta ocasión, de viva voz, los llamó “corruptos”.
Tras varios minutos de ataques airados, el fiscal Kevin Wallace, que inicialmente había cuestionado el valor de las propiedades de la empresa, le preguntó: “¿Ha terminado?”, y Trump contestó escuetamente que sí mientras el juez esbozaba brevemente una sonrisa.