Brindemos por Twitter, entonces. Fui receptivo a la compra de la red social por parte de Musk, pero después de medio año, la verdad es que ha sido un desastre absoluto. Musk se movió rápido y rompió casi todo: la velocidad y la totalidad con la que arruinó el sitio ha sido casi impresionante. Según los propios cálculos de Musk, la compañía vale en la actualidad menos de la mitad de lo que pagó por ella. Ha perdido muchos anunciantes grandes, a la mayoría de sus empleados y, con ellos, gran parte de su funcionalidad.
Pero más que eso, el Twitter de Musk parece haber perdido lo que hizo que fuera imposible renunciar a la red social: su centralidad. El sitio solía ser el lugar en línea más trascendental, no solo era un difusor de noticias y comentarios de última hora, sino también algo así como un árbitro. En su apogeo cultural, desde aproximadamente 2015 hasta quizás 2020, lo que la gente comentaba en Twitter parecía establecer la agenda para las discusiones en otros lugares. Incluso el año pasado, todavía era relevante: tras años de mala gestión y un estancamiento en la innovación, Twitter, en vísperas del reinado de Musk, seguía siendo el único lugar a visitar cuando sucedía algo importante en cualquier lugar.
Sea lo que sea Twitter ahora, ya no es ese lugar. La relevancia cultural es difícil de cuantificar, pero la reconoces cuando la sientes. Y ahora, cuando algo sucede, Twitter rara vez se siente como el lugar donde todos se reúnen para mirar.
Me di cuenta de esto cuando Donald Trump fue procesado. Trump, el tuitero más poderoso que el mundo jamás haya conocido, un hombre cuyo cada error tipográfico podía enviar a Twitter a paroxismos de volcadas fáciles, apareció en la corte y Twitter fue, como lo expresó Shirin Ghaffary de Vox, “un festival de bostezos”.
Puede haber muchas razones para los bostezos, incluido el hecho de que a la gente le importa menos Trump que antes, o que incluso después de que Musk restableció la cuenta de Twitter suspendida de Trump, el expresidente ha decidido solo usar la plataforma que fundó, Truth Social, para sus anuncios especiales.
Pero apuesto a que gran parte del problema se deriva de los cambios que Musk ha realizado en la sección de noticias de Twitter.
Por estos días, a menudo es difícil saber qué está pasando en Twitter. Los cambios caprichosos de Musk al algoritmo de clasificación del sitio han reducido de forma significativa su funcionalidad.Twitter solía ser agradablemente variado, y desplegaba los tuits de la gente común de manera bastante uniforme con los de las celebridades y los políticos. Ahora, parece destacar a los mismos pocos usuarios todo el tiempo. (Me encantan tus tuits, Matt Yglesias, ¡pero desearía que no estuvieras siempre en el inicio de mi página!).
Existen otras señales del decrecimiento de la relevancia de Twitter: varias organizaciones de noticias, incluido The New York Times, han dicho que no pagarán Twitter Blue, el servicio de suscripción de Musk para obtener una insignia de usuario verificado en el sitio. NPR dijo que dejaría de publicar en sus cuentas oficiales de Twitter porque Twitter lo etiquetó como “medio afiliado al Estado” y luego como “medio financiado por el gobierno”. PBS, que también ha sido etiquetado como “financiado por el gobierno”, informó que también dejaría de tuitear en protesta por la etiqueta. (NPR es una organización sin fines de lucro que recibe muy pocos fondos del gobierno; la etiqueta, asegura, socava su credibilidad).
A Musk no le gustan los medios de comunicación —la dirección de correo electrónico de relaciones públicas de Twitter responde automáticamente con un emoji de un excremento— pero no veo cómo luchar contra los medios podría ayudar a su sitio. A riesgo de sonar presumido, las organizaciones de medios son vitales para Twitter porque las noticias son el núcleo de la utilidad del sitio.
Musk ha dicho que los algoritmos de Twitter no recomendarán a usuarios no verificados en su sección “Para ti”, y que las insignias de verificación gratuitas —las marcas azules a la vez codiciadas y difamadas— que muchos periodistas tienen pronto serán eliminadas. Ese cambio reducirá aún más la utilidad de Twitter: si muchos periodistas son eliminados de las fuentes principales del sitio, ¿por qué la gente seguiría viéndolo como su fuente principal de noticias?
Como tuitero desde hace mucho tiempo, la destrucción del servicio por parte de Musk me entristece y me indigna. Los empleados y usuarios de Twitter no se merecían este destino. En manos de un líder menos volátil y más reflexivo, Twitter podría haber sido mucho más que el feudo andrajoso de un multimillonario frágil en el que se ha convertido.
Pero como una persona que quiere vivir en un mundo justo con gente amistosa y cosas agradables, no estoy del todo deprimido por el declive de Twitter. Como he argumentado en otras ocasiones, Twitter ha sido una fuente de desinformación, un acelerador de la polarización y un contribuyente al pensamiento grupal cultural. Justo antes de la adquisición de Musk, mi colega del Times, Michelle Goldberg, preocupada por problemas similares, esperaba un rápido y espectacular fracaso: “Si Musk hace que Twitter sea lo suficientemente horrible”, escribió, “los usuarios huirán y la red social se volverá menos relevante”.
Bueno, parece que a Michelle se le cumplió su deseo. Compra el ataúd, Elon: Twitter ha muerto.