Por un lado, olas de visitantes que quisieron conocer la isla antes de que se “americanice”, y por el otro, mareas de cubanos intentando salir en busca de mejores ingresos y temerosos de perder los beneficios migratorios que les otorga Estados Unidos.
Erika Preli, una italiana de 25 años, apresuró los planes para conocer Cuba porque temía que el país cambiara drásticamente por el acercamiento a su otrora enemigo de la Guerra Fría.
Sentada junto a su pareja disfruta “congrí”, un plato típico cubano que mezcla arroz con frijoles negros, en uno de los restaurantes privados, conocidos como paladares, que al igual que los turistas crecen como espuma en la Isla.
“Debo reconocer que decidimos venir aquí tan pronto nos enteramos de la noticia de la reanudación de relaciones. La oímos y dijimos: vamos antes de que las cosas cambien mucho”, señala Preli.
Hoy, en el centro de La Habana Vieja, un casco histórico de dos km2, es más fácil tropezarse con un turista que con un cubano.
Las cifras lo corroboran: este año casi 3.2 millones de extranjeros visitarán Cuba, un 17.6% más que en el 2014.
Y ese aumento -que ubica a Cuba como el destino del Caribe que más crece en turismo- es más espectacular aun cuando se observan los datos de los viajeros estadounidenses.
“Este año pudiera cerrar con el arribo de 155 mil estadounidenses”, un 71.4% más que en el 2014, dijo José Luis Perelló, profesor y consultor en asuntos de turismo de la Universidad de La Habana.
Kasan Amatar, un palestino de 29 años, se siente atraído por la historia comunista y no quisiera que la mayor isla del Caribe se “americanice”.
“¡Me encanta la vieja cultura de aquí! Toda esta historia que no ha cambiado, no quiero que se americanice, para ser honesto”, dice durante una pausa en su recorrido por la ciudad.
Solo queremos llegar a EE. UU.
A miles de kilómetros de La Habana, Jorge Luis Pérez Guillén, un chef cubano de 45 años, cocina para unos 300 compatriotas en un albergue de La Cruz, uno de los cantones más pobres de Costa Rica, ubicado a pocos kilómetros de la frontera con Nicaragua.
Pérez y los demás cubanos quedaron varados allí hace un mes cuando intentaban llegar a Estados Unidos porque Nicaragua les impidió el paso por su territorio. Desde entonces unos cuatro mil isleños se albergan en escuelas, iglesias y salones comunales que acondicionaron autoridades costarricenses.
“Hay mucho estrés. Son muchos días aquí. No hay soluciones. Solo queremos que nos dejen llegar a Estados Unidos”, dijo Pérez en un contacto telefónico desde La Habana.
Muchos cubanos comenzaron su travesía en Ecuador -que hasta hace un par de semanas era el único país latinoamericano que les permitía la entrada libremente-, siguieron por Colombia, Panamá y Costa Rica y pretendían pasar fin de año en Estados Unidos.
“Tengo familia en Cuba y en Estados Unidos. Están preocupados. No quieren que cometamos ninguna locura, como pagar a un coyote (traficante de personas)” para salir de aquí, señaló Pérez.
“Estamos hablando de un éxodo en cámara lenta. Esto no es un éxodo como el (del puerto) de Mariel que ocurrió en diez meses o el del 94, que ocurrió en un mes”, explicó Sebastián Arcos, director del Instituto de Investigaciones Cubanas de la Florida International University.
Las cifras en este caso también hablan: más de 43 mil cubanos se han ido a Estados Unidos durante el año fiscal 2015 (de octubre a octubre), un aumento del 78% en 12 meses, según el Instituto Pew Research Center.
En diciembre el gobierno de Raúl Castro, que en el 2013 había flexibilizado la ley para que los cubanos viajaran libremente, volvió a restringir la salida de los médicos, aduciendo que la migración de esos profesionales estaba golpeando a su sistema gratuito de salud.
“El problema de Cuba y Estados Unidos va a ser de largo tiempo, y los que se quedan en Cuba no van a sentir mejoría alguna porque el problema no es diplomático sino de bajos salarios”, según Pérez.