Deslizándose de un lado a otro del frente, los guerrilleros son conocidos en Ucrania como partisanos, y en las últimas semanas han asumido un papel cada vez más destacado en la guerra, poniendo en jaque a las fuerzas rusas al ayudar a asestar golpes humillantes en zonas ocupadas que creían seguras.
Cada vez más, Ucrania está llevando la lucha contra las fuerzas rusas a las zonas controladas por Rusia, ya sea con unidades militares de élite, como la que se atribuyó el martes una enorme explosión en un depósito de municiones ruso en la península de Crimea ocupada, o una red subterránea de la guerrilla.
La semana pasada, según funcionarios ucranianos, los partisanos participaron en un exitoso ataque a una base aérea rusa, también en Crimea, que Moscú se anexionó hace ocho años. Se destruyeron ocho aviones de combate.
“El objetivo es mostrar a los ocupantes que no están en casa, que no deben instalarse, que no deben dormir cómodamente”, comentó un guerrillero, que habló con la condición de ser identificado por razones de seguridad solo por su nombre en clave, Svarog, en honor a un dios eslavo pagano del fuego.
En los últimos días, el ejército ucraniano ha puesto a Svarog y a otros operativos a disposición para que sean entrevistados en persona o en línea, con la esperanza de destacar la creciente amenaza de los partisanos a las fuerzas rusas y hacerles ver a los donantes occidentales que Ucrania está logrando reunir recursos locales en la guerra, la cual ya lleva casi seis meses. Un alto funcionario militar ucraniano familiarizado con el programa también describió el funcionamiento de la resistencia.
Sus relatos de los ataques no pudieron verificarse por completo, pero coincidían con los informes de los medios de comunicación ucranianos y con las descripciones de los ucranianos que habían huido hace poco de las zonas ocupadas por Rusia.
Svarog y yo nos reunimos tomando limonada y pasteles de queso en un restaurante georgiano de Zaporiyia, una ciudad bajo control ucraniano a casi 65 kilómetros al norte de la ciudad ocupada de Melitopol.
Habló con conocimiento íntimo de las actividades de los partisanos, proporcionando una perspectiva extraordinaria de uno de los aspectos más ocultos de la guerra.
El ejército ucraniano comenzó a entrenar a los partisanos en los meses anteriores a la invasión, mientras Rusia concentraba sus soldados cerca de las fronteras. El esfuerzo ha rendido frutos en las últimas semanas, pues las fuerzas ucranianas están lanzando una contraofensiva en el sur, aunque las fuerzas rusas, con mucha más ventaja en armamento pesado, siguen rodeando Ucrania por el este y el norte.
Funcionarios ucranianos advirtieron el martes de la amenaza de un posible ataque ruso desde Bielorrusia, señalando una acumulación de sistemas de misiles allí, y dijeron que las fuerzas rusas gastaban decenas de miles de cartuchos al día mientras bombardeaban cientos de posiciones defensivas en el este y el sur de Ucrania.
Con el escaso movimiento de las líneas del frente, la actividad de los insurgentes se está intensificando, pues los combatientes atacan con sigilo en entornos que conocen de manera íntima, utilizando autos bomba, trampas explosivas y asesinatos selectivos con pistolas, para luego mezclarse con la población local.
Antes de la guerra, Svarog se unía en ocasiones a los entrenamientos de fin de semana del Sector Derecho y del Cuerpo Nacional, una rama del movimiento Azov, ambos alineados con unidades paramilitares en Ucrania. Eran solo dos de las decenas de organizaciones que impartían formación militar a civiles en toda Ucrania durante los ocho años de guerra con los separatistas apoyados por Rusia.
Svarog aseguró que se encontraba entre los aprendices de estos programas públicos. Entre bastidores, las Fuerzas de Operaciones Especiales de Ucrania estaban formando un programa más estructurado, y secreto, que incluía instrucción sobre sabotaje, explosivos y almacenamiento de depósitos de armas en previsión del ataque de Rusia.
Después de la invasión, señaló Svarog, se dirigió a un cobertizo de almacenamiento en las afueras de Melitopol, donde encontró placas de explosivos de gran potencia, detonadores, rifles kalashnikov, un lanzagranadas y dos pistolas equipadas con silenciadores.
Melitopol, la ciudad del sur de Ucrania donde opera Svarog, se ha convertido desde entonces en un centro de la resistencia. Relató el cuidadoso encasillamiento de los objetivos, seguido de los ataques.
El sábado, los partisanos habían atacado con explosivos durante siete días seguidos, según el alcalde exiliado de la ciudad, Ivan Fedorov, que se jactó del logro ante los medios de comunicación ucranianos como parte de la aceptación más pública de las operaciones partisanas por parte de los funcionarios.
Los ataques se llevan a cabo desde hace varios meses. Esta primavera, dijo Svarog, él y varios miembros de la célula de Melitopol se colaron por la noche en la ciudad para poner una trampa a un automóvil en el estacionamiento de una comisaría controlada por los rusos.
Llevando cizallas, cinta adhesiva e hilo de pescar, los combatientes se movieron por patios y callejones para evitar los controles rusos
Primero cortaron un cable eléctrico, lo cual apagó una farola, y luego se adentraron rápidamente en la oscuridad donde colocaron una bomba, envuelta en cinta adhesiva con el lado pegajoso hacia fuera, en el hueco de una rueda. El hilo de pescar estaba pegado tanto al interior de la rueda como a un detonador, lo que hacía que la bomba explotara al girar la rueda.
“Cualquiera que condujera ese auto sería un traidor”, aseguró Svarog. “Nadie allí está manteniendo el orden público”. La bomba mató a un policía e hirió a otro.
En un ataque la semana pasada, afirmó, su célula puso una bomba en el auto de Oleg Shostak, un ucraniano que se había unido al partido político ruso Rusia Unida en Melitopol. Los insurgentes lo eligieron como objetivo porque sospechaban que hacía propaganda para atraer a los residentes locales.
Svarog, que dijo no haber participado en esta misión en particular, agregó que su equipo colocó una bomba bajo el asiento del conductor, preparada para que explotara al arrancar el motor.
Shostak resultó herido en la explosión pero sobrevivió, agregó Fedorov, el alcalde exiliado. Las autoridades ucranianas informaron por separado del ataque y lo describieron personas desplazadas que salían de Melitopol a través de un puesto de control hacia territorio ucraniano el domingo.
El hecho de que las personas atacadas sobrevivan o mueran en los atentados, dicen los partidarios, es menos importante que la señal que se envía con cada ataque: nunca estás a salvo.
Según una ley ucraniana aprobada por el parlamento el año pasado, las Fuerzas de Operaciones Especiales del ejército están autorizadas a entrenar, armar y pagar a los combatientes secretos que luchan en territorio ucraniano en tiempo de guerra. En la ley, se les llama “voluntarios comunitarios”.
Los partisanos dicen que son civiles y que, por lo tanto, la base legal de su actividad está regulada por la ley ucraniana, no por las leyes de la guerra que prohíben, por ejemplo, que un soldado ataque a un funcionario civil.
No obstante, según el derecho internacional, los civiles se convierten en combatientes cuando empiezan a participar en las hostilidades. Los partisanos trabajan para el gobierno, incluso para el ejército y, si la turbia zona en la que habitan entra de hecho en el ámbito del derecho internacional —y si sus actividades violan esas normas— es una cuestión que hay que debatir.
La resistencia ucraniana en el territorio ocupado considera colaboradores a los policías, a los empleados de los gobiernos municipales y regionales y a los profesores que aceptan trabajar con el plan de estudios ruso, según Svarog y otro partisano que utiliza el apodo de Vikingo. Dijeron que no consideraban traidores a los médicos, los bomberos y los empleados de las empresas de servicios públicos.
Los profesores son el centro de atención ahora, con la apertura de las escuelas prevista para septiembre.
“Los rusos quieren enseñar según su programa, no la verdad”, opinó Vikingo. “Un niño es vulnerable a la propaganda y, si se le educa con este programa, se convertirá en idiota como los rusos”, comentó. “Un profesor que acepta enseñar según el programa ruso es colaborador”.
Los partisanos no atacan a los profesores, dijo, pero han tratado de humillarlos mediante folletos que suelen colocar en los postes de los servicios públicos con oscuras advertencias para los colaboradores, como parte de sus operaciones psicológicas.
Hace poco apareció uno, relató, con los nombres y fotografías de los directores que planeaban abrir las escuelas en septiembre.
Decía: “Por colaborar con los rusos, habrá venganza”.