Los agentes fronterizos, los contrabandistas y los migrantes eran una escena habitual en esa pequeña aldea del desierto a 1,6 kilómetros de la frontera sur de Estados Unidos donde la familia Mattia había vivido por décadas. Según su familia, Mattia a menudo patrullaba su propiedad con una linterna. Esa noche de mayo, Mattia le dijo por teléfono a su hermana mayor que iba a salir para encontrarse con los agentes, explicó ella.
Pero en un momento de caos, tres agentes de la Patrulla Fronteriza le dispararon a Mattia causándole la muerte cuando se aproximaron a él en el desierto; de acuerdo con la autopsia, este recibió nueve disparos. Un informe de la Patrulla Fronteriza dice que Mattia había lanzado un machete enfundado hacia un oficial y que “de pronto extendió el brazo derecho”. Su familia aseguró que iba desarmado y no representaba ninguna amenaza.
Su muerte ha desatado un revuelo en la nación tohono o’odham (que se pronuncia toh-JO-noh o-tham), la cual se extiende a lo largo de 100 kilómetros de la frontera sur, y removió antiguos resquemores por la presencia de la agencia federal en el territorio de estos nativos estadounidenses.
En su camino a Tucson, Arizona, la ciudad grande más cercana, los miembros de la tribu pasan por puestos de control de la seguridad fronteriza que se encuentran apostados justo afuera de la reservación y comentan que con frecuencia son detenidos e interrogados, encuentros que han dejado una sensación de temor y recelo.
“Yo siempre estoy en guardia, siempre nerviosa y asustada”, señaló Vivian Manuel, quien vive cerca de la aldea de Mattia. “Nos asedian: ¿qué haces aquí? ¿Perteneces a la tribu?”.
No obstante, los líderes de tohono o’odham califican a la Patrulla Fronteriza como un aliado para hacer frente al tráfico de drogas y de personas en una reservación de 13.000 habitantes del tamaño de Connecticut. De acuerdo con el grupo de auxilio a los migrantes Humane Borders, en la última década, ahí han muerto más de 600 migrantes en su intento por cruzar el desierto y las escarpadas montañas. La tribu asegura que el tráfico ha dañado sus tierras y le ha costado millones de dólares en tiempo extra para su fuerza policial de aproximadamente 60 miembros.
John R. Modlin, el agente principal de la patrulla del sector de Tucson de la Patrulla Fronteriza que supervisa esa zona, ha descrito la colaboración de la tribu como “indispensable para nuestra misión de seguridad nacional”. Las redes sociales de la Patrulla Fronteriza están llenas de publicaciones que muestran a los agentes ayudándole a la tribu a combatir los incendios forestales, plantando cactus saguaro y deteniendo a los traficantes que cruzan la reservación con migrantes dentro de las cajuelas de los autos.
La Patrulla Fronteriza publicó un extenso relato sobre el asesinato de Mattia, así como imágenes de la cámara corporal. El FBI, junto con el Departamento de Policía de Tohono O’odham, está llevando a cabo una investigación. Las agencias se rehusaron a hablar de los disparos debido a la investigación en curso.
Ned Norris hijo, el presidente de tohono o’odham, dijo en un comunicado que tenía “importantes preocupaciones” sobre el asesinato de Mattia, pero se reservaba su opinión. Norris no contestó a nuestra solicitud de ofrecer comentarios.
La noticia los disparos se ha extendido a otras tribus cercanas a la frontera y obligado a los líderes a enfrentar sus propios sentimientos encontrados acerca de la presencia de los agentes federales en su territorio.
“Siempre nos preocupan ambas partes, ya sean los carteles o algunos de los agentes quienes se encargan de los patrullajes fronterizos que tienen armas”, señaló Peter Yucupicio, presidente de la tribu pascua yaqui, cuyas oficinas centrales están en Tucson. “Como miembros de la tribu, empezamos a preguntarnos: ¿me van a disparar si hago algo mal”.
Algunas personas de la tribu señalaron que no les molestaba la presencia de la Patrulla Fronteriza.
Pero otras dijeron que la historia de enfrentamientos había hecho que fueran desconfiados, como cuando, en 2014, ocurrió un incidente en el que los agentes de la Patrulla Fronteriza les dispararon e hirieron a dos hombres de tohono o’odham que manejaban a toda velocidad después de que accidentalmente le dieron a un camión perteneciente a un agente que estaba estacionado en una noche que no había luna. Posteriormente, un juez federal determinó que los disparos no estaban justificados y les concedió más de 250.000 dólares a los hombres.
“Tienen que vernos como personas y no como si fuéramos delincuentes”, comentó Angelita Reino Ramon, cuyo hijo de 18 años falleció debido al impacto de un camión de la Patrulla Fronteriza hace 20 años, en lo que un juez calificó como un accidente inevitable. “Deben ser más respetuosos”.
Las circunstancias precisas que originaron la muerte de Mattia la noche del 18 de mayo todavía son confusas.
Según un comunicado de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza, el llamado comenzó a eso de las 9 de la noche, cuando la policía de la tribu le pidió a la Patrulla Fronteriza que le ayudara a atender el reporte de dos disparos que se escucharon en Menagers Dam, la aldea de Mattia.
En los registros del radio y los videos de cámaras corporales, los controladores y los oficiales dijeron que no estaba claro de dónde habían provenido los disparos. Antes de salir, advirtieron que tal vez alguien de esa zona tuviera un rifle.
A las 9:37 de la noche, los agentes y al menos un oficial de la policía de la tribu se detuvieron en la aldea y se distribuyeron alrededor de la casa de bloques de hormigón oscuros de Mattia. Solo había un rayo de luna y, en el video, sus linternas apenas si penetraban un entorno fantasmal de muebles de exterior, gobernadoras y cactus.
“Creí que alguien acababa de correr por este camino”, dijo un agente que se internó en la maleza.
El oficial de la tribu y los agentes hallaron a Mattia cerca de una construcción de madera a unos 90 metros de su casa. Le ordenaron que saliera con las manos en alto. “Soy yo”, dijo y arrojó por el aire un machete enfundado, el cual cayó cerca de los pies de un oficial.
Varios oficiales comenzaron a gritar y a ordenarle a Mattia que sacara las manos del bolsillo y se tirara al suelo. Unos segundos después, dispararon la mortal ráfaga de tiros.
Cuando los agentes esposaron y pusieron a Mattia bocarriba, uno gritó “asegura el arma” que, según ellos, estaba debajo de su cuerpo inerte. Pero lo que hallaron fue un teléfono celular y su funda.
Los familiares de Mattia comentan que no tienen mucha confianza en las investigaciones y les ha costado trabajo obtener respuestas tanto del gobierno de la tribu como de la Patrulla Fronteriza.
Una decena de familiares y simpatizantes frustrados se pusieron playeras rojas con la fotografía de Mattia y realizaron pequeñas manifestaciones en la autopista que viene de la estación de la Patrulla Fronteriza, justo afuera de los límites de la reservación.
Quemaron ramitas de gobernadoras y se turnaron para ondear pancartas que demandaban justicia reunidos bajo sombrillas que los protegían del sol.
La familia de Mattia lo describió como un líder ceremonial en su comunidad que hacía esculturas de madera y le encantaba cazar venados. Su hermana, Annette Mattia, nos contó que la familia había vivido en la misma zona durante generaciones, pero que estos disparos habían hecho añicos su sensación de encontrarse en casa.
“Ya ni siquiera queremos estar aquí”, comentó.