Contactados por la AFP , los servicios del ministro de Educación Naftali Bennett, líder del partido nacionalista religioso Hogar Judío, sólo confirmaron que el libro había sido retirado de las obras estudiadas, sin dar más detalles.
La medida vuelve a poner de relieve las delicadas relaciones entre el mundo cultural y el actual gobierno de Israel, uno de los más de derechas de la historia del país.
Las uniones entre judíos israelíes y palestinos y la pérdida de la identidad judía son dos de las máximas preocupaciones de los judíos practicantes, mientras que en la sociedad palestina están muy mal vistas las relaciones sentimentales con judíos israelíes.
En realidad este tipo de uniones son muy poco frecuentes pero son un tema frecuente en la creación artística israelí.
La responsable del ministerio que decidió vetar el libro, Dalia Fenig, alegó que temía que fuera percibido como una incitación a la asimilación, según la prensa local.
“Las relaciones íntimas, y más aún la posibilidad de institucionalizarlas casándose y fundando una familia -aunque no sea el caso en la historia- entre judíos y no judíos son consideradas por amplios segmentos de la sociedad como una amenaza para una identidad separada” , declaró, según los diarios israelíes.
El ministerio “no entiende nada”
La novela, titulada “Borderlife” en inglés, cuenta la historia de Liat, una traductora israelí, y de Hilmi, un artista palestino, que se enamoran en Nueva York hasta que ella tiene que regresar a Tel Aviv y él a Ramala, en la Cisjordania ocupada.
La novela está en parte inspirada en la biografía de su propia autora, Dorit Rabinyan, precisó su agente Deborah Harris.
El libro recibió un premio Bernstein a los jóvenes escritores y sus derechos fueron vendidos en inglés, francés, alemán y en otros idiomas, según la agente.
El ministerio ignoró las recomendaciones de un comité formado por universitarios y educadores y a los numerosos profesores que pedían que el libro se incluyera en el programa.
La decisión indignó a a personalidades políticas y a varios autores israelíes de primer orden, como Abraham B. Yehoshua, quien declaró que el ministerio muestra así que “no entiende nada de lo que es la verdadera literatura” .
La propia Rabinyan, una judía israelí de origen iraní, se tomó el asunto con ironía. “Por lo visto alguien en el ministerio sigue pensando que la literatura tiene el poder de cambiar las cosas en las mentes maleables de la juventud y, vaya usted a saber por qué, eso me parece un motivo de optimismo” , declaró.
Los lectores parecen darle la razón. Hasta ahora el libro había suscitado poco interés en la librería independiente Tamir Book de Jerusalén, donde el único ejemplar disponible se vendió el jueves. Pero hubo que pedir al menos otros cinco para los clientes, dijo una vendedora, Oria Piccione.
Esta polémica no es la primera para el gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu desde su toma de posesión en el 2015. El ministerio de Educación ya retiró obras artísticas de la lista del programa cultural destinado a los jóvenes financiado por el Estado, por falta de lealtad a Israel.
Alzan su voz contra el boicot
Cientos de actores, publicistas, escritores e intelectuales en general, así como políticos y educadores, han alzado enérgicamente su voz contra el boicot que el ministerio ha impuesto a la novela de Dorit Rabinyan, escritora y guionista de conocida trayectoria local.
“Gader Jayá” (en hebreo) , traducida al inglés como “Borderline” y publicada hace año y medio, es la historia de una traductora israelí y un artista palestino que se enamoran en Nueva York y que ven cómo su amor se resiste a apagarse cuando ambos deben regresar a Tel Aviv y Ramala, y afrontar la cruda realidad política de la zona.
Ganadora de varios premios locales y mucho más fructífera en su juventud que en la edad adulta, este último libro había pasado casi desapercibido hasta que numerosos profesores de literatura hebrea pidieron al ministerio incluirlo en la lista de recomendados para los niveles avanzados de la secundaria.
Los miembros de la comisión académica pertinente le dieron el sello de apto, informa hoy el diario Haaretz, pero dos altos funcionarios del ministerio consideraron que era inapropiado y ayer ordenaron borrar el título de la lista, para lo que contaron con el apoyo de Bennet.
Uno de los argumentos de este organismo es que hay que preservar “la identidad y la herencia de los estudiantes en cada colectivo social” , al tiempo que se incidía en que las “relaciones íntimas entre judíos y no judíos amenazan la separación de identidades” , agrega Haaretz, que hoy dedica su titular de portada al caso.
Desde entonces las quejas y denuncias han inundado las redes sociales, con famosos comprando el libro y sacándose una foto con él.
“Mis felicitaciones al Ministerio de Educación que ha conseguido hacer de Una barrera viva un libro obligatorio de lectura” , decía el alcalde de la liberal Tel Aviv, Ron Juldaí, que califica la novela de “fascinante” .
La principal biblioteca de esta ciudad ha colgado un cartel en el que anuncia la disponibilidad del libro sin pago alguno, mientras las principales librerías hacían peticiones públicas a la editorial “Am Oved” para que les suministre más ejemplares, dada la demanda que ha generado la decisión.
Rabinyan, que entre 1995 y 1999 publicó con notable éxito sus dos primeras novelas -traducidas cada una a ocho idiomas-, ya tiene otro título entre los recomendados del Ministerio de Educación, pero llevaba 15 años sin publicar y todo lo que había sacado desde entonces era un libro infantil.
A la campaña de protesta se han sumado escritores de talla internacional como A.B. Yehoshúa (“Me siento ultrajado”) , Hayim Beer (“Le daría a Bennet el título de miembro honorífico de Lehavá”, una organización de ultraderecha) y Natan Zach (“El ministro de Educación es tonto y con los tontos no hay nada que hacer”) .
No obstante, todos coinciden con la autora en que Bennet ha dado en definitiva un impulso comercial a la novela, galardonada este año con un conocido premio local de literatura.
“De pronto me he convertido en un asunto noticioso, (…) ahora soy una personalidad pública” , dijo la escritora, con ironía, al servicio de noticias Ynet.
Y aseguró que su novela no atenta contra la identidad judía sino únicamente “refleja la complejidad de la sociedad israelí” y sus miedos frente a la asimilación.
“Creen que prohibir el libro hará desaparecer el problema, pero el libro es sólo un espejo de la sociedad. Su gran fuerza está precisamente en la sensibilidad que demuestra” , afirmó la escritora israelí de origen iraní.