Putin y Erdogan, que eligió Rusia como destino de su primera visita al exterior desde la asonada, acordaron una hoja de ruta para la normalización de unas relaciones estancadas desde el derribo en noviembre del 2015 de un cazabombardero ruso en la frontera siria.
Enemigos irreconciliables hasta hace poco, ambos mandatarios sellaron las paces no por puro “pragmatismo”, según Putin, sino en aras de los intereses de ambos países, enfrentados por Siria, el apoyo ruso a los kurdos y la represión de los tártaros de Crimea.
“Efectivamente, atravesamos un período muy difícil”, admitió el jefe del Kremlin, quien se mostró dispuesto a levantar gradualmente las sanciones adoptadas contra las empresas turcas y adelantó que en breve se reanudarán los vuelos chárter.
En particular, Putin destacó el hecho de que Erdogan decidiera viajar a San Petersburgo “pese a la difícil situación política en Turquía”, lo que “demuestra el interés turco en restablecer la cooperación con Rusia” .
No obstante, admitió que ambos países tiene “un arduo trabajo por delante para reanimar la cooperación económica y comercial”, cuyo volumen se redujo un 43 por ciento en los primeros cinco meses de este año.
Por su parte, Erdogan subrayó que tanto Moscú como Ankara tienen “la voluntad política” de llevar las relaciones bilaterales al nivel anterior a la crisis, que concluyó en junio cuando el líder turco se disculpó públicamente por el incidente con el avión ruso.
“Espero que como resultado de estos pasos creemos un Eje de Amistad (…) en aras de la estabilidad en la región” , destacó el líder turco, quien se dirigió a Putin como “querido amigo”.
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Erdogan se mostró dispuesto a apoyar la reanudación de proyectos “tremendamente importantes” como el gasoducto Turkish Stream, que debe suministrar gas a Turquía a través del mar Negro, y la construcción de la primera central nuclear turca (Akkuyu) .
También garantizó la seguridad de los turistas rusos, que tenían en Turquía su principal destino, pero que con la crisis diplomática el número de visitantes pasó de 3.6 millones en el 2015 a menos de 100 mil en los primeros meses de este año.
El líder turco hizo especial hincapié en el “apoyo moral” que supuso para él que Putin le llamara por teléfono al día siguiente de la asonada militar del 15 de julio.
Ese apoyo “incondicional” al orden constitucional en Turquía se vio reforzado por la actitud de Putin tras el propio golpe, en el que se abstuvo en todo momento de criticar la deriva autoritaria adoptada por Erdogan.
Esta actitud contrasta con las de Estados Unidos y la Unión Europea (UE) , que no han ahorrado críticas a la represión de militares, jueces, periodistas y profesores, además de los planes de restituir la pena de muerte en Turquía.
Según los analistas, Putin quiere aprovechar el enfriamiento con Occidente para recuperar los lazos de amistad con Turquía, país crucial para el arreglo del conflicto sirio y que también parece decidido a normalizar sus relaciones con Israel.
La normalización ruso-turca cuenta con el apoyo inequívoco de Irán, con cuyo presidente, Hasán Rouhaní, Putin se reunió ayer en Bakú, y con el que comparte el apoyo político y militar al régimen sirio de Bachar al Asad.
Precisamente, en una demostración de la buena sintonía entre ambos mandatarios, tras la rueda de prensa Putin y Erdogan se retiraron para mantener una reunión aparte con el fin de acercar posturas sobre Siria.
“Todos saben que nuestras posiciones no siempre han coincidido en el asunto sirio. Intercambiaremos información, buscaremos soluciones. Creo que el consenso es posible. Aunque sea porque tenemos el objetivo común de resolver el conflicto sirio” , dijo Putin.
En el encuentro a puerta cerrada toman parte los ministros de Exteriores y representantes de los servicios de inteligencia, aunque fuentes diplomáticas adelantaron que ambos países desean relanzar su cooperación en la lucha contra el terrorismo yihadista.
Olvidadas quedan, por el momento, las duras acusaciones de Putin, quien denunció que la familia de Erdogan se beneficiaba del comercio de petróleo con los yihadistas, a los que además suministraba armamento y daba refugio.
Desde el estallido del conflicto Turquía ha apoyado abiertamente a la oposición armada siria con el fin de derrocar a Al Asad, aunque los expertos consideran que el golpe de Estado puede haber modificado su belicosa actitud.
Al respecto, Putin advirtió que cualquier cambio en el país árabe “únicamente puede alcanzarse por la vía democrática” y nunca por la fuerza de las armas.
“Esa es nuestra postura irrenunciable” , aseveró Putin en referencia a la suerte de Al Asad, cuya supervivencia está estrechamente vinculada al apoyo militar del Kremlin.