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Por fin se revela el secreto de un glaciar en las altas montañas de Alaska

Mientras su avioneta sobrevolaba los escarpados picos de la cordillera de Alaska, el explorador Bradford Washburn miró hacia abajo y tuvo un pensamiento candente.

Glaciar en el Ártico

Los glaciares son importantes para los ecosistemas. (Foto referencial Prensa Libre: Pixabay)

Por las laderas ubicadas al sur de Denali y el monte Silverthrone corría la nieve acumulada durante miles de inviernos, compactada por su propio peso en colosales ríos de hielo que llenaban los valles a lo largo de kilómetros en todas direcciones. Washburn observó desde lo alto que, en un punto concreto de la naturaleza blanca, toda esa masa glaciar se colaba de algún modo por un corredor de paredes de granito de apenas un kilómetro y medio de ancho.

Washburn se convenció de que debajo del hielo había un secreto: el corredor era profundo. Quizás era más profundo que cualquier otro desfiladero del continente, e incluso del planeta.

Eso fue en 1937. Casi 90 años después, un equipo de científicos se adentró en las montañas azotadas por el viento para medir el glaciar con motos de nieve y un radar de penetración de hielo. No fue sencillo: el Gran Norte no comparte fácilmente sus misterios. Los investigadores no creían haber encontrado nada de interés.

Ahora, gracias a algunos análisis inteligentes y a un poco de suerte, han presentado las pruebas más concluyentes hasta la fecha de que Washburn tenía razón: que la zona podría ser el desfiladero más profundo de Norteamérica.

Incluso para los estándares del Parque Nacional y Reserva de Denali, donde los enormes paisajes han cautivado a los alpinistas durante generaciones, el desfiladero y el glaciar que cautivaron a Washburn son únicos.

El hielo del glaciar Ruth se acumula primero en un vasto campo bordeado por imponentes crestas de granito, cuyos nombres —Diente de Alce, Diente de Oso, Diente de Ojo— dan idea de su verticalidad escarpada y afilada. A continuación, el glaciar serpentea a través de una grieta, conocida como la Gran Garganta, donde las paredes de acantilados de casi un kilómetro de altura recuerdan lo mucho que el lugar esconde bajo sus pies.

“No solo tienes este increíble paisaje sobre ti, sino que tienes un paisaje igualmente increíble enterrado en hielo debajo de ti”, dijo Martin Truffer, glaciólogo de la Universidad de Alaska Fairbanks. “Es algo que nunca superaré del todo”.

A medida que el planeta se calienta, el glaciar Ruth se está adelgazando a un ritmo de más de un metro al año, según han calculado los científicos mediante estudios con láser aerotransportado. En Alaska, algunos glaciares están cambiando tan rápidamente, dijo Chris Larsen, geofísico de Fairbanks, que ya no recuerda cómo eran hace 10 años. “Es peor que ver crecer a un niño”, dijo Larsen.

La primera vez que los científicos se propusieron poner a prueba la corazonada de Washburn y encontrar el fondo de la Gran Garganta fue en 1991. Rápidamente se vieron frustrados: el desfiladero es tan profundo y estrecho que los ecos del radar acabaron rebotando en los laterales y produciendo una maraña de ruidos.

Un año después, los investigadores volvieron a intentarlo, esta vez con un enfoque más explosivo. Larsen, recién salido de la universidad, era técnico en la expedición. Los científicos perforaron agujeros en el hielo, los llenaron de explosivos y desencadenaron pequeñas explosiones. Utilizaron instrumentos sísmicos para medir las ondas acústicas resultantes.

Lograron obtener algunas lecturas de la forma y profundidad del desfiladero, que estimaron en casi a unos 2 mil 740 metros. Esta profundidad es mayor que la del Gran Cañón y la del Cañón del Infierno, el desfiladero fluvial más profundo de Norteamérica, situado en la frontera entre Idaho y Oregón. Pero con el tiempo, los científicos llegaron a cuestionar los hallazgos, especialmente cuando las imágenes satelitales permitieron a los investigadores mapear los glaciares digitalmente. En 2019, Jack Holt, geólogo de la Universidad de Arizona, quiso volver a intentar medir el glaciar Ruth desde el suelo.

Holt comenzó a organizar una expedición con el apoyo de Robert Sheldon, un hombre de negocios cuyo padre, Don, había sido un famoso piloto de Alaska. Décadas antes, Don Sheldon había volado con Bradford Washburn para cartografiar Denali, entonces conocido como monte McKinley, y los picos circundantes. La fascinación de Washburn por la Gran Garganta también había cautivado a Robert Sheldon.

“Hagámoslo de una vez por todas”, recordó que pensó Sheldon, para honrar “el legado que dejaron tanto mi padre como Brad”.

En la primavera de 2022, Holt aterrizó en las montañas con Truffer y otros dos investigadores, Brandon Tober y Michael Christoffersen. Llevaron consigo un equipo de radar especialmente diseñado, y durante aproximadamente una semana lo remolcaron detrás de una moto de nieve a través de la extensión nevada del glaciar, de un lado a otro, de un lado a otro, mientras enviaba 1000 ondas de radio por segundo al hielo que había debajo.

Al principio, los científicos estaban encantados con los ecos que les llegaban. “Solo con mirar los datos a medida que los obteníamos, pensaba que esto funcionaba realmente bien”, dijo Truffer. Sin embargo, más tarde, cuando examinaron las cifras más de cerca, se dieron cuenta de que tenían un problema.

Sus sondeos del glaciar por encima de la Gran Garganta habían proporcionado buenas mediciones de su grosor. Pero los datos del interior del desfiladero contenían demasiado ruido, el mismo problema que había frustrado la expedición de 1991.

Luego, a finales del año pasado se produjo un gran avance: los científicos se dieron cuenta de que una misión de la NASA había realizado mediciones aéreas del hielo más abajo del glaciar Ruth, por debajo de su desembocadura en el desfiladero. Combinando estos datos con los obtenidos en la parte superior del glaciar y aplicando lo que sabían sobre la velocidad a la que fluía el glaciar, los investigadores pudieron deducir las dimensiones aproximadas del hielo y, por tanto, del desfiladero.

Su estimación final de la profundidad de la Gran Garganta, desde la cima del Diente de Alce hasta el lecho rocoso: unos 2.460 metros. En comparación, el Cañón del Infierno desciende hasta unis 2.411 metros (varios valles del Himalaya y los Andes son aun más profundos). Los resultados del equipo se publicaron el miércoles en la revista Journal of Glaciology.

La Gran Garganta no es el único valle glaciar con una geometría complicada, dijo Tober, quien ahora es investigador postdoctoral en la Universidad Carnegie Mellon. Los métodos que utilizaron en el glaciar Ruth podrían ayudar a los científicos a comprender mejor otros glaciares que no han sido cartografiados. “En Alaska hay muchos lugares en los que aún no se han realizado mediciones”, dijo Tober.

A Sheldon le encantaría tener más mediciones sobre un lugar en particular. Por ahora, todo lo que tiene es una “corazonada”, dijo. Una intuición que Bradford Washburn le transmitió antes de morir en 2007.

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“Brad me lo dijo misteriosamente, cuando se estaba haciendo mayor”, dijo Sheldon.

Antes de que el glaciar Ruth desemboque en la Gran Garganta, su bifurcación occidental serpentea por un estrecho valle diferente, arrugándose y agrietándose contra algunas agujas de granito aún más altas. Allí, bajo el hielo movedizo, “tengo la sensación de que podría ser más profundo”, dijo Sheldon.

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