“En nuestra Nicaragua de paz y bien, estaremos en capacidad de fabricar estas vacunas, así lo ha dicho el director de Méchnikov (Stanislav Uiba) en nuestro país, para además de consumir localmente y proteger a las familias nicaragüenses, también poder exportar, por lo menos a Mesoamérica, a la región centroamericana”, dijo la esposa del presidente Daniel Ortega y vicepresidenta del país, Rosario Murillo.
El pasado día 1, Rusia anunció que había concluido las pruebas clínicas de la vacuna contra el coronavirus, desarrollada en el Centro Nacional de Investigaciones Epidemiológicas y Microbiología “Gamalei”, y el comienzo de la etapa de registro, con lo que tomó la delantera ante trabajos similares en China, Estados Unidos y Reino Unido.
El Gobierno de Nicaragua, uno de los más cercanos a Rusia en el continente americano, ha apostado por la vacuna rusa desde el inicio de su desarrollo.
El pasado 4 de agosto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reaccionó con cautela ante el anuncio de los científicos rusos sobre la vacuna, debido al tiempo que toma que estas pasen por todas las pruebas necesarias antes de ser aplicadas de forma general.
Hasta el martes pasado, el Ministerio de Salud de Nicaragua reportó tres mil 902 casos confirmados, 866 activos, dos mil 913 recuperados, y 123 fallecidos. Por su parte, el independiente Observatorio Ciudadano COVID-19, una red de médicos y voluntarios, nueve mil 436 casos sospechosos y dos mil 591 fallecidos con síntomas de la enfermedad, incluyendo 139 con neumonía.
Los Gobiernos de Nicaragua y Rusia han mantenido estrechas relaciones en cada una de las dos épocas de Ortega como presidente, primero entre 1980 y 1990, y posteriormente de 2007 a la fecha.
A fines de julio pasado, Rusia donó a Nicaragua cinco mil pruebas de Covid-19, que el Gobierno las ha puesto a disposición de los nicaragüenses que las necesiten para salir del país, a un costo de 150 dólares.