Vázquez se ha convertido en la principal “madrina”, una especie de sacerdotisa, del culto a la Santa Muerte en Estados Unidos, traído al país por la comunidad mexicana.
Dotado de una guadaña, que simboliza el trabajo, pero también de una esfera del mundo o una rosa, el esqueleto tendría, según los seguidores del culto, poderes especiales, y se lo viste con ropas diferentes que simbolizan esas virtudes.
Plegarias, ofrendas y una fe ciega son el cóctel de la devoción a la Santa Muerte.
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Adeptos de todo el país participaron recientemente en diferentes actividades en las que se evocaron los “milagros” concedidos a los fieles. Muchos llevan tatuada su imagen, otros portan anillos y (ostentosos) colgantes con su imagen.
No hay normas ni reglas en lo que el profesor de estudios religiosos de la Universidad de la Commonwealth de Virginia Andrew Chesnut define como un “nuevo movimiento religioso”, surgido en Ciudad de México en 2001.
Autor del libro Devoted to Death: Santa Muerte, the Skeleton Saint (Devotos de la muerte: Santa Muerte, el esqueleto santo), Chesnut estima que los practicantes del culto serían unos 12 millones, la mayoría residentes en México, pero también en Estados Unidos y Centroamérica.
“Es el nuevo movimiento religioso que más crece en el planeta”, dijo por correo electrónico.
“Satánico”
En un país como México, donde el culto a la muerte forma parte de una tradición popular que hunde sus raíces en la religión católica y las creencias indígenas, para las cuales representa un renacer, no sorprenden estas prácticas, que hasta hace poco se hacían en la más estricta intimidad.
Pese a que la iglesia católica mexicana los tilda de “satánicos”, sus seguidores “se acercan a la popular santa de forma muy similar a como lo hacen con los santos católicos”, dice Chesnut.
“Yo creo que algo que te hace bien (…) no puede ser nada malo”, se defiende Vázquez, que sueña con abrir la primera capilla consagrada a su “santa” en Estados Unidos.
Todo seguidor tiene una figura de la Santa Muerte en casa. Le rezan y le hacen ofrendas, como flores, alcohol, tabaco o comida.
Para la especialista Cressida Stone, la “oración es vital, mucho más que el tamaño o la opulencia del altar”.
La Santa Muerte también puede ser vengativa e iracunda con quienes incumplen las promesas que le realizaron, le faltan al respeto o la insultan, advierte Stone, autora del libro Secrets of Santa Muerte (Secretos de la Santa Muerte).
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Sin intermediarios
Sin intermediarios o normas que regulen la práctica, el contacto es directo entre el devoto y el objeto de su devoción. El culto es abierto a todos, sin distinciones de raza, nacionalidad, orientación sexual o situación económica.
En países como México o El Salvador también es venerada por los traficantes de drogas, que la han convertido en su “narcosanta”.
“Aquí vienes a rezar con fe”, dice Alejandra Flores, de 49 años, una devota desde 2012, cuando consiguió un trabajo que hasta entonces, por su condición de transexual — como Vázquez– le negaban.
“Puedes ser drogadicto, policía, trans, lo que sea. Aquí ella nos recibe a todos”, asegura.
Mike Rosales, que ha recorrido más de 300 km desde el estado de Maryland para las festividades de Queens, le ha consagrado toda una habitación en su casa, de la que no se puede entrar o salir sin pasar por el altar.
“La tengo para protección y sentirme bien”, dice este guatemalteco de 36 años que no escatima en gastos para sus ofrendas o para la fiesta. “¿Si nos da, por qué no poder darle?”, dice.
En México, América Central y Estados Unidos, donde existen grandes disparidades entre ricos y pobres, “la guadaña niveladora de la Santa Muerte es poderosamente atractiva”, resume Chesnut.