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Al día siguiente, el viceministro me indica que el ministro tuvo que abandonar la COP 24 y Polonia de emergencia. Le pregunto al viceministro si lo puedo entrevistar a él. Se muestra sorprendido por el viraje en la conversación, pero acepta a que nos reunamos a las 3 de la tarde.
A esa hora llego al lugar acordado -donde le había hablado-. Pasan unos cinco minutos y se aparece una de las asistentes guatemaltecas: me entrega una copia del discurso del ministro y me indica que el viceministro se encuentra en reuniones. Le insisto a ella si será posible entrevistarlo al día siguiente; le envió otros mensajes de texto por teléfonos tanto al ministro como al viceministro, pero no hay respuestas.
Pregunto en la sala de prensa y me dicen que hay cerca de mil 500 periodistas acreditados. Me atrevo a apostar que Prensa Libre es el único medio representado de toda Centroamérica y el Caribe, y quizás uno de los pocos de toda Latinoamérica (hay de Argentina, Brasil, México y Bolivia, y quizás de algún otro país).
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Que las autoridades de Guatemala se rehuyan y se esquiven de conceder una entrevista a Prensa Libre en COP 24, equivale a que algún ministro británico se rehúse a dar una entrevista a la BBC en un evento en Brasil o India, o a que un secretario de estado de EE. UU. se rehúse a dar una entrevista a CNN, algo que sencillamente no se concebiría.
Asumo que el ministro y el viceministro habrán pensado que me iba a lanzar a demolerlos por la decisión de candidatear para COP 25, de cómo se les ocurría gastar US$100 millones o más para organizar un evento de dos semanas cuando el país padece de tantas necesidades insatisfechas, y cuando en el plano ambiental el país sufre de una serie de precariedades: la deforestación avanza, los ríos acarrean aguas negras, la polución del aire es elevada en la capital y otros centros urbanos, etc.
Yo no iba a enfocar mi entrevista en COP 25 en lo absoluto: para mí esa propuesta nació muerta, y nadie en Katowice (con la excepción de Honduras y quizás algún otro país) toma en serio. Todo indica que si el Grupo de Latinoamérica y el Caribe (GRULAC) en las Naciones Unidas se pone de acuerdo, será Chile o Costa Rica, asumiendo qque Venezuela no los veta por pertenecer al Grupo de Lima, grupo conformado por 17 países y establecido en agosto de 2017 para lograr una salida pacífica a la crisis política de Venezuela (por cierto, Guatemala también es parte del Grupo de Lima).
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La selección del organizador de una COP no se toma a la ligera: los países evalúan con lupa la capacidad institucional de los países solicitantes para organizar un evento de esta naturaleza (para COP 24 se esperaban entre 40 y 50 mil participantes, aunque al final “solo” arribaron cerca de 28 mil), lo cual exige una capacidad logística muchísimo más compleja que cualquier conferencia mundial o cumbre presidencial, por grande que esta sea pues, además, dura mucho.
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A mí no me interesaba entrevistar al ministro o al viceministro sobre COP 25. A mí tampoco me interesaba entrevistar a uno de ambos sobre las Contribuciones Previstas y Determinadas a Nivel Nacional (más conocidos como INDC, en inglés) pues Guatemala emite muy pocos gases de efecto invernadero.
A mí me interesaba entrevistarlos sobre las Acciones Nacionales de Mitigación Apropiadas (también más conocidos como NAMA) y sobre el Plan Nacional de Adaptación (de nuevo, más conocido como NAP).
Sobre estos dos planes, mejor dicho sobre posibles acciones en ambos pues Guatemala no cuenta al momento con ninguno de ambos planes, era que quería entrevistar al señor ministro. ¿Por qué? Porque Guatemala es uno de los países más vulnerables al cambio climático en el mundo, y porque los huracanes y sequías pueden provocar infinidad de muertes y daños multimillonarios. Y porque a mí, más que una COP 25, me encantaría que Guatemala tuviera un excelente NAMA y un excelente NAP.
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