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Pero el repetido rechazo del parlamento al acuerdo de divorcio con Bruselas empujó a May a aceptar un aplazamiento “flexible” del Brexit: hasta el 31 de octubre, aunque el país puede salir antes si halla una solución al bloqueo.
“Hay una ultima oportunidad”, lanzó May, antes de anunciar este “nuevo acuerdo” que incluye muchas de las exigencias del opositor Partido Laborista con quien había negociado sin éxito hasta el viernes.
Entabladas a principios de abril, esas conversaciones tenían como objetivo encontrar un modo de obtener el apoyo de una mayoría del Parlamento, que desde enero tumbó estrepitosamente tres veces el texto firmado en noviembre por la primera ministra con sus 27 socios europeos.
Pero el líder laborista Jeremy Corbyn anunció el viernes que se retiraba ante la incapacidad del gobierno “alcanzar un compromiso” debido a su “creciente debilidad e inestabilidad” a medida que el Partido Conservador busca un sucesor a May.
La jefa de gobierno ya había anunciado su intención de someter de nuevo el acuerdo a los diputados a principios de junio, y en un último intento por salvar el texto negociado durante casi dos años con Bruselas, parece ahora dispuesta a ceder a las exigencias laboristas. Tal vez con la esperanza de que el Parlamento las rechace.
Esta vez, la Cámara de los Comunes votará un proyecto de Ley sobre el Acuerdo de Retirada. Y si los diputados aprueban el texto, May propone hacerles votar después sobre la eventual convocatoria de un segundo referéndum.
Los partidos proeuropeos la defienden desde hace tiempo, pero muchos diputados, especialmente en las filas conservadoras y laboristas, temen que acentúe las divisiones que sacuden a la sociedad británica.
Si los diputados adoptan el proyecto de ley pero rechazan el nuevo referéndum, el país podría abandonar la UE a finales de julio. Pero si deciden volver a preguntar a los británicos, esa consulta debería organizarse antes de toda eventual ratificación del Acuerdo de Retirada, afirmó May, sin precisar sin embargo cuál sería la pregunta.
Dimisión sea como sea
May ofrecerá también a los diputados la posibilidad de votar sobre el mantenimiento temporal de Reino Unido dentro de una unión aduanera con la UE, anunció, retomando otra de las demandas laboristas, pese a que siempre ha dicho querer abandonar esta política comercial común para poder firmar acuerdos de libre comercio con tercero países.
“Si queremos que sea aprobado el acuerdo de retirada y llevar a cabo del Brexit, tenemos que resolver este diferendo”, afirmó, reconociendo que la cuestión aduanera será “lo más difícil”.
Aseguró asimismo que su proyecto de ley dará garantías adicionales sobre los derechos de los trabajadores y la protección del medio ambiente, dos cuestiones más que figuraban entre las condiciones de los izquierdistas.
En las tres anteriores votaciones en la Cámara de los Comunes, el acuerdo de Brexit de May chocó con la oposición de decenas de diputados rebeldes de sus propias filas conservadoras, los más euroescépticos descontentos con el modo como la primera ministra llevó a cabo la negociación con Bruselas.
Para intentar convencerlos de que votasen a favor de su texto, May llegó incluso a prometerles que dejaría el poder en cuanto este fuese aprobado.
Los antieuropeos más recalcitrantes consideran que la jefa de gobierno hizo concesiones inaceptables a la UE y no quieren que siga a las riendas cuando empiece la segunda, y mucho más importante, fase de negociación: el acuerdo sobre la futura relación tras el Brexit.
Sin embargo, esta promesa tampoco bastó para que el acuerdo fuese aprobado.
Como resultado, May se había girado hacia la oposición laborista, aumentando aún más la ira en las filas de su partido, cuyos diputados, temiendo que se aferrase al poder la instaron la semana pasada a establecer una fecha clara para su dimisión, sea cual sea el resultado de la próxima votación.
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