Cierto, las reglas de etiqueta actuales para los correos electrónicos dicen que se supone que no debemos recibirlos a esa hora de ningún jefe. Pero Elon Musk no es cualquier jefe y se puede asumir con certeza de que no sabe de liderazgo empático. Así que, fiel a las formas, como director ejecutivo de Twitter, luego de despedir a casi la mitad del personal, llevar un lavabo a la oficina y proclamar que dormiría en el trabajo “hasta que se arregle la organización”, ya avanzada la noche, hace poco Musk transmitió este ultimátum a los empleados que quedaban: a partir de este momento, Twitter iba a ser “extremadamente hard core”. ¿Estaban listos para ser hard core? Podían contestar “sí”… o bien optar por una liquidación de tres meses.
Para Musk, hard core significaba “muchas horas de máxima intensidad”, un lugar de trabajo donde solo se aceptaría el “desempeño excepcional” y una cultura en la que recibir correos electrónicos a medianoche no era un problema. Podría apostar que más de un trabajólico, jefe u otro empleado, no se sintió totalmente abatido por la filosofía que respalda esa frase y, sin embargo, de inmediato conjuró imágenes de banqueros sudorosos que colapsan en sus escritorios, niños prodigio de Silicon Valley que duermen bajo los suyos y las culturas de alta intensidad y jefes que actúan como si fueran tus amigos en empresas como Uber y WeWork, con sus respectivas consignas sobre hacer lo que uno ama y dejar el descanso para cuando te mueras. Es una mentalidad prepandémica que, de seguro, algunos jefes extrañan, pero a la cual muchos más empleados están decididos a nunca regresar.
Musk, sin embargo, con sus antecedentes de disolver sindicatos y sus despidos implacables a quienes no están de acuerdo con él, es como un jefe en esteroides y su idea de que hay que ser “extremadamente hard core” no solo no está en sintonía con el humor general, sino que además deja al descubierto un viejo modelo de liderazgo que estamos tratando de superar. Al parecer, los empleados de Twitter estuvieron de acuerdo con eso: más o menos 1200, o casi la mitad de la fuerza laboral que le quedaba a la empresa, decidió no aceptar su compromiso de ser “hard core”, lo cual puso en duda si Twitter sobreviviría. Musk ya enfrenta al menos una demanda por el llamado a la extrema intensidad, presentada por empleados con discapacidad que consideraban que la política suscitaría discriminación en su contra.
Puede que hard core sea un término que solemos asociar con la pornografía explícita, o el slam en los conciertos, o, usada como sustantivo, con la gente renuente al cambio, pero es una de las frases favoritas de Musk. La ha usado para referirse a sus esfuerzos en SpaceX y la necesidad de sus empleados de esforzarse para controlar los costos en Tesla (otra empresa donde se hizo famoso por dormir en el suelo) y como parte de un esfuerzo de reclutamiento para litigantes corporativos, o sea, “peleadores callejeros hardcore”. Pero buena parte de eso, claro, sucedió en los días hard core de nuestras vidas prepandémicas, cuando “girlboss” (ser la jefa) todavía era un cumplido y la idea de que “nunca nadie cambió el mundo en 40 horas a la semana” —otro muskismo— era un eslogan que (casi todos) celebraban.
Qué rápido puede cambiar el humor.
Incluso antes de la pandemia, muchos oficinistas estadounidenses habían comenzado a replantearse su relación con el trabajo. La persistente desigualdad salarial, la prevaleciente discriminación racial y de género, el desencanto con la promesa del capitalismo… la “cultura del esfuerzo personal” era un lema atractivo, pero ¿de verdad valía la pena?
Estos días, la mentalidad de despertar y de inmediato ponerse a trabajar que apenas hace un par de años estaba vigente ha sido remplazada por la de dormir hasta tarde (el descanso es resistencia, ¿no sabían?). Circulan titulares sobre nuestra revolución colectiva contra el culto a la ambición y las “renuncias silenciosas”, la frase que describe hacer lo mínimo necesario en el trabajo (o, digamos, verlo solo como un trabajo), que al parecer describe a la mitad de la fuerza laboral estadounidense, según una reciente encuesta de Gallup. Los jóvenes han convertido en memes sus sentimientos antilaborales y proclaman que no sueñan con ir a trabajar en pegajosas canciones de TikTok o en Reddit, con el lema: “Desempleo para todos, no solo para los ricos”.
¿Y por qué no lo harían? El agotamiento laboral es una crisis nacional. Según una encuesta reciente de la firma de investigación Gartner, casi dos terceras partes de los empleados dijeron que la pandemia los había hecho cuestionarse la función que debiera tener el trabajo en sus vidas y la Society for Human Resource Management informa que más de la mitad de los jefes estadounidenses salen del trabajo sintiéndose exhaustos al terminar el día. Entonces, tal vez no sea una sorpresa que los esfuerzos para sindicalizarse estén presentes en todo el país, con miras no solo a salarios más generosos, sino también a que haya mejores condiciones laborales en general.
Kim Kardashian fue muy criticada cuando dijo: “Nadie quiere trabajar estos días”. Quizá una mejor forma de expresarlo es: Nadie quiere trabajar así.
Sin duda, muchas de nosotras todavía tenemos que trabajar. Poder renunciar, incluso con una liquidación de tres meses de sueldo, no es una opción para la mayoría de nosotros. Pero algo está cambiando.
Como dijo un usuario de TikTok, en una cita de la que me he reído desde que la leí en un artículo de Vox de la primavera pasada: “No quiero ser ‘la jefa’. No quiero salir a ganarme el pan. Solo quiero vivir mi vida tranquila, acostarme en el césped con mi amante y disfrutar el resto de mi existencia leyendo libros, creando arte, queriéndome a mí y a toda la gente en mi vida”.
A decir verdad, estoy de acuerdo. Hard core hace referencia a una era de gestión laboral obsoleta, por no decir una manera de vivir obsoleta. Sucede que ahora tenemos mucho que ofrecer, intereses que son lo opuesto del hard core y que lo sustituyen. ¿Qué tal un lugar de trabajo basado en el cottagecore o apegado a la vida campirana, en el que caminemos alegremente por los bosques y recolectemos hongos en lugar de volcarnos sobre Slack? ¿O uno que sea cabincore o apegado a la vida de cabaña, en el que nos acurruquemos envueltos en franela suave (comfycore o apegado a la comodidad), frente a la chimenea en lugar de dejar que nos caliente el brillo de nuestras pantallas? ¿O uno craftcore o apegado a las artesanías, si todavía se siente la necesidad de crear (algo para lo que los ahora exempleados de Twitter tal vez tengan mucho tiempo)?
Tal vez lo que estamos viendo con el éxodo masivo de Twitter —y el sentimiento antilaboral generalizado— es una revolución del trabajo “en tiempo real”, como un usuario de Twitter lo describió. Ninguno de nosotros quiere un trabajo en el que nos exploten y nos subestimen y en el que respondamos a tácticas de miedo o a ultimátums, pero para muchas personas, eso es lo que sigue siendo un trabajo. ¿Acaso no podemos mejorar esa situación?
La otra noche no pude dormir pensando en ese correo electrónico hard core de medianoche, que me hizo caer en una espiral virtual de medianoche hasta los orígenes de ese término (¡Musk debería estar orgulloso!). Me sorprendió aprender que uno de los usos más antiguos de “hard core”, tal como aparece en el Diccionario Oxford en inglés, es una palabra para referirse a alguien que está desempleado de manera constante (o “hard core”).
¿Será que eso convierte a los exempleados de Musk ahora desempleados en los más hard core?
Jessica Bennett es editora en la sección de Opinión del Times. Enseña periodismo en la Universidad de Nueva York y es autora de Feminist Fight Club y This Is 18.