El incendio del pasado viernes en la capilla de la imagen de la Sangre de Cristo y el Santísimo, “no fue intencional” y tampoco “una acción criminal”, dijo en conferencia de prensa con medios oficiales el inspector general de la Policía, Jaime Vanegas.
El informe policial indica que el siniestro “se produjo por una combinación de elementos físicos y químicos que incidieron en la plataforma” donde se ubicaba la imagen del Cristo Redentor, de 380 años de antigüedad y venerada por los católicos nicaragüenses.
La investigación determinó que fue el vapor de alcohol que ascendió al techo de la capilla, se acumuló en la cúpula que protegía la imagen y, al mezclarse con el aire caliente, provocó el fuego.
En contrapartida a las conclusiones oficiales, la Comisión de Justicia y Paz de la Arquidiócesis de Managua reafirmó este lunes que se trató de “terrorismo” y denunció en un comunicado “el constante asedio a diversos templos católicos en fechas recientes”.
Leopoldo Brenes, arzobispo de Managua, el viernes pasado se refirió al incendio como “terrorismo para amedrentar a la iglesia”.
Mientras que papa Francisco declaró el domingo, tras rezar el Angelus, su cercanía con los nicaragüenses que “sufren por el atentado a la Catedral de Managua”.
El incendio ocurrió tras agresiones y daños a templos de varias ciudades que la iglesia ha denunciado en las últimas dos semanas.
El subsecretario de Estado de Estados Unidos para el Hemisferio Occidental, Michael Kozak, calificó este lunes en Twitter el hecho como un “cobarde ataque” y una violación a la libertad religiosa de los nicaragüenses.
Para la vicepresidenta Rosario Murillo las reacciones foráneas son “manipuladoras” y el país no debe permitirlas.
Las relaciones entre el gobierno y la iglesia se mantienen tensas desde 2018, cuando la jerarquía católica intentó mediar en un diálogo del gobierno con la oposición, en medio de una ola protestas antigubernamentales. El presidente Daniel Ortega acusó a los religiosos de “golpistas” por su papel en el diálogo.